Viernes, 19 de Abril 2024

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Joe Biden: Cuando no es sólo la edad, sino los años vividos

Por: Dolores Hoyos

Joe Biden: Cuando no es sólo la edad, sino los años vividos

Joe Biden: Cuando no es sólo la edad, sino los años vividos

El cambio de gobierno, la transición, el pase de estafeta, el adiós de un payaso con todo y su circo, el inicio de una nueva era: la toma de protesta del presidente número 46 de los Estados Unidos: Joe Biden Jr. y Kamala Harris su brillantísima vicepresidenta .

Todo empieza con un deslucido adiós de Donald Trump, quien con unos cuantos acarreados, se despedía de la Casa Blanca , “casi a escondidas”, con todo y su guapa esposa, a quien por primera vez en los 4 años de gobierno de su esposo, le permitió hablar y decir un par de frases. Lo hizo muy bien por cierto, además de lo guapísima que estaba.

Trump tuvo miedo, no tuvo la capacidad de estar en un segundo plano y mucho menos dejar brillar a quien, con luz propia lo opacaba completamente -por su gran dominio de escena después de más de 40 años en el servicio público en los Estados Unidos de América-. Subía por última vez al Air Force One , no sin antes amenazar con volver muy pronto “de alguna manera”. Sabía que su presencia estaba de más, salía literalmente por la puerta de atrás...

Fue muy bien representado en la magnífica ceremonia de toma de protesta del nuevo presidente de los Estados Unidos por su vicepresidente Mike Pence quien de forma discreta aparecía en escena.

Empezaba con esa ceremonia una nueva época. Un nuevo capítulo en la historia.

Una mañana fría, un escenario sobrio, diferente, como nunca antes, con muy pocos invitados, muy arropados por el equipo de seguridad, que mantenía todo bajo control después de las amenazas recibidas por los seguidores de Trump, los supremacistas blancos.

Todo fluyó, una gran ceremonia, organización perfecta, desarrollo puntual del programa, sin sobresaltos, sin gritos, sin manotazos, sin sobreactuaciones. Nada improvisado, nada dejado al azar.

Las bienvenidas, los discursos, las tomas de protesta, los juramentos, todo en un orden mágico que transcurría como previsto.

La presencia femenina fue apabullante desde el inicio, simplemente, fue la primera vez en la historia, que una mujer accedía al puesto de vicepresidenta de la nación más importante del mundo, una mujer brillante , preparada, segura de sí misma, pero sin arrogancia, sin fatuidad, sabedora de su talento y de la preparación de tantos años, desde la universidad, pasando por la fiscalía general del estado de California y contendiente a la presidencia.

Sí, ella se postuló, aunque después, aliándose con su contrincante formó el equipo ganador y cerró con broche de oro la lucha que había iniciado años antes…

Kamala, la primera vicepresidenta, la primera mujer en el cargo, la única afroamericana en el puesto. Haciendo historia y pisando fuerte, le dio el último adiós a Mike Pence, con mucha categoría, con enorme sencillez y sin pretenderlo, logró un protagonismo absoluto, con esa enorme sonrisa y aquella mirada serena que la acompaña siempre.

Vistiendo toda ella de morado, el color del día, que vistieron en diferentes tonos Michelle Obama y Hillary Clinton, mujeres enormes en la historia de ese país, con una gran personalidad, y con aquellos maridos también protagonistas en su tiempo, sobre todo los Obama, que levantan fuerte a cada lugar que van.

Las protagonistas del entretenimiento, talentosas a cual más, diferentes y únicas, pero ambas con enorme trayectoria y bien protegidas por sus larga experiencia.

Lady Gaga abrió imponente, cantando el himno nacional, -un himno, que solo habla de amor, de Dios, de la gran nación-, casi a capela, con una voz potente, bien colocada, respirando hondo para dar aquellos agudos finales que la hacían sonreír, porque sabía lo bien que lo estaba haciendo, cantó completo el himno sin dejar de sonreír, glamorosa, exótica, aquella mañana derrochó estilo vestida de rojo y azul, con una paloma dorada sobre su pecho que llevaba en el pico, un ramo de olivo en señal de paz.

Iba acompañada por un cadete militar que parecía sacado de la mitología, bajó la gran escalinata, se colocó, respiró muy hondo y miró a su presidente, -- a quien había apoyado fuerte y abiertamente—desde el inicio de su campaña, y haciendo una señal con su mano en el corazón, comenzó a cantar y de qué forma.

Enseguida aparece una mujer, descendiente de latinos, que no es que cante tan bien, no es que tenga un tono de voz que impresione, pero que ha hecho historia por su belleza latina, su cuerpo escultural y su gracia para bailar todos los ritmos y a quien su físico lanzo a la fama y la sigue sosteniendo. Jennifer Lopez estaba despampanante.

También bajó la escalinata, también la acompaño un cadete y también miró a su presidente, con aquella mirada de complicidad. Iba de blanco, bien cubierta -poco común en ella-, tan bien maquillada, tan resultona, mandando un mensaje de unión, de paz, hablando en español a mitad de la canción, solidaria con sus orígenes, pidiendo justicia para todos, tomaba el micrófono, lo apretaba fuerte con su mano izquierda y en ese dedo anular brillaba aún más que ella, aquel diamante cuadrado, enorme y maravilloso que resultó, en mi opinión, el único exceso en toda la fiesta. Así fue el desempeño de JLo.

Vino a continuación otra mujer, una poeta joven, recién premiada por su desempeño como escritora, Amanda Gorman, casi una niña, poetiza que mostró la diversidad de su pensamiento hablando en su poema de un país magullado, pero no roto, moviéndose hacia lo que volverá a ser, y dejar atrás la tormenta ; un país libre y audaz, hablando de sanar heridas, de reconciliación, paz y unión, temas tan contrastantes con aquellos del “ex presidente”, donde las palabras claves eran división, poder, muros, y amenazas constantes.

El gran protagonista, Joe Biden, caballero, SEÑOR con mayúsculas, con grandes tragedias en su vida familiar, tragedias de verdad, que ha sobrellevado con honorabilidad.

Con sus 78 años a cuestas, con su cuerpo cansado, pero su mente ágil y brillando, una mente acostumbrada a tomar decisiones importantes, un cerebro entrenado y dinámico que no deja de trabajar, ordenado y pulcro, tanto en su imagen, como en su trabajo y en su vida personal y pública: Joe Biden Jr., a quien Trump en campaña solo pudo tratar de ensuciar, hablando de un error cometido por su hijo, porque no encontró nada en su historia, más que trabajo duro y preparación.

Biden hizo un discurso breve estructurado, sin grandes promesas, sin cifras, repitiendo una y otra vez las palabras unión, paz, solidaridad, trabajo, hablando de oportunidades y apertura, de posibilidades. Empeñando su palabra al decir que la democracia no morirá en su país. Su esposa Jill, brilló con él, acompañándolo discreta y con una suave presencia. Su mirada de admiración hacia el hombre a quien acompaña desde hace tantos años, una cálida compañera ajena a los protagonismos y a los excesos de cualquier tipo. Digna, sobria y con la enorme satisfacción de la misión cumplida.

Impecable el desarrollo a lo largo de un día completo, donde la diversidad hizo presencia absoluta y los 50 estados fueron representados. En esa fiesta no hubo cenas ni licores, ni salones con grandes adornos pomposos, fue un completo ejercicio de reconocimiento a todos los héroes del país, los menos visibles, los más maltratados por la pandemia, los que no se ven.

Y un cierre inolvidable con otra mujer al micrófono, espectacular toda ella: joven, impecable, cantando a los pies del monumento a Lincoln, Katty Perry, con su imagen, su voz y aquella magnífica escenografía nunca antes vista en Washington (según los expertos), cuando los fuegos artificiales inundaron completamente el cielo de la capital , para dar la bienvenida a una nueva era en la historia. Algo realmente inolvidable.

La fiesta terminó y la realidad se impone, los grandes problemas y retos a enfrentar, pero una cosa sí quedó clara, el gran mensaje de esperanza y de enormes sueños por cumplir para la nación más poderosa del mundo y sus 330 millones de habitantes.

No entiendo mucho de política, sé que es un tema controvertido y difícil, que pocos dominan,-- pero que siempre depende de las creencias y la ideología personal--, por eso tan subjetivo. Pero si entiendo que la educación y los principios se notan siempre en el discurso de las personas, y que el presidente saliente, tenía muy poca preparación y mucha verborrea, que hablaba demasiado por eso se equivocaba tanto, y que Joe Biden, habla mucho menos, pero con más elegancia, con un código de ética, sin insultar ni agredir, con gran dominio de los temas y la problemática nacional e internacional. Trayendo a cuestas una gran trayectoria política.

Y no me pasa desapercibido para nada, el hecho de que su vicepresidenta marca la historia y hace de la presencia femenina algo mucho más respetable y digno. Felicidades al binomio Biden/Harris. Una mancuerna impecable que sabrá gobernar con mucho oficio.

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