Cuentan que en Palacio Nacional creían y veían con simpatía los pronósticos de que el Partido Republicano arrasara en las elecciones intermedias de la semana pasada en Estados Unidos y que eso consolidara las aspiraciones de Donald Trump para que esta semana anunciara con bombo y platillo su decisión de ir por su tercera campaña presidencial para volver por segunda ocasión a ocupar la Casa Blanca.Pero las encuestas y los cálculos de analistas en los que creyó el Gobierno de la 4T fallaron y ninguno de esos dos escenarios se cumplió. Aunque los republicanos aventajan a los demócratas en la Cámara de Representantes y en el Senado, la diferencia es mínima al igual que la disputa de las gubernaturas en juego.Estos resultados parciales, pero con tendencias definitivas, cambiaron radicalmente los ánimos en los suspirantes por la Presidencia de los Estados Unidos en las elecciones del 2024. Por un lado, Joe Biden consiguió oxígeno puro para mantener su anhelo de buscar la reelección cuando muchos lo daban por muerto. El contraste vino con Trump, que estaba confiado en que la jornada electoral del martes antepasado lo ratificaría como el hombre fuerte del Partido Republicano, pero la derrota de los candidatos que apoyó casi cancelaron sus posibilidades de ser nuevamente el abanderado a la presidencia por el partido del elefante, y colocaron al reelecto gobernador de Florida, Ron DeSantis, como el que puede asumir esa posición de liderazgo.Y es que los republicanos de más influencia y jerarquía, que fueron equipo de Trump, le pidieron recordar que un buen líder debe hacerse a un lado cuando se convierte en un lastre y cuando su marca se vuelve “tóxica” para el proyecto.Aunque con demócratas o republicanos serán las mismas las exigencias para el Gobierno mexicano en los muy probables y cercanos paneles de controversias por las nuevas normas en materia de generación y comercialización de energía eléctrica que decreto el gobierno lópezobradorista, es claro que AMLO se siente más cómodo tratando con Trump que con Biden en Washington.Sus estilos autoritarios y populistas los unen y prueba de ello es que pese a las ofensivas del Gobierno estadounidense en la era Trump, como la amenaza de mayores aranceles si México no detenía el flujo de migrantes, nunca se tensó tanto la relación bilateral como en la era Biden por temas comerciales, migratorios y de combate al narcotráfico.Por eso los resultados casi definitivos de las intermedias de Estados Unidos deberán a poner a trabajar horas extras a Marcelo Ebrard, un canciller más preocupado por perder su carácter de corcholata presidencial que por componer la tirante relación con los vecinos del Norte, cuya población mayoritaria parece que jubilará al caprichoso Trump que puso en vilo uno de los orgullos estadounidenses como es su sistema democrático. jbarrera4r@gmail.comJaime Barrera
