Sábado, 20 de Abril 2024

Morelia se mueve a '120 latidos por minuto'

La película francesa llega al festival michoacano luego de encantar al jurado de Cannes
 

Por: El Informador

La cinta promete dejar una huella profunda entre los espectadores del FICM. ESPECIAL

La cinta promete dejar una huella profunda entre los espectadores del FICM. ESPECIAL

Ganadora del Gran Premio el Jurado en el Festival de Cannes de este año, “120 latidos por minuto” tuvo su premiere Iberoamericana en el marco del 15° Festival Internacional de Cine de Morelia. “Esta es la primera vez que mostramos la película en un país de habla hispana y eso me tiene muy emocionado”, anota el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, protagonista de este filme francés que ha sido alabado por Pedro Almodóvar (quien fue presidente del jurado de Cannes este 2017), quien sin pudor ha calificado la cinta como su favorita durante aquel festival, augurándole incluso un éxito mundial. 

“120 latidos por minuto” cuenta la historia de un colectivo francés que, en la cúspide de la epidemia del SIDA, emprendió acciones radicales y prácticamente heroicas en pos de la salud y la visibilidad de los seropositivos de la comunidad homosexual parisina. En el marco del estreno moreliano de la película dirigida por Robin Campillo, EL INFORMADOR charló con Pérez Biscayart sobre la experiencia de filmar una de las propuestas más gustadas (y con boletaje agotado) del FICM.

—Sean está enfermo de SIDA. El personaje posee un aspecto emocional muy poderoso, pero también es un papel muy físico, demanda mucho trabajo del cuerpo. ¿Cómo fue hacer un papel tan arrollador en ambos aspectos?

—Yo no veo diferencia entre lo emocional y lo físico, al menos como me sale actuar a mí. Es que la emoción no se me da tanto a través de las palabras sino a través del cuerpo. Ya hablando específicamente del personaje, son dos cosas inseparables. El personaje está enfermo, su situación física y su situación emocional son una sola cosa. Todo lo que le sucede a nivel emocional está íntimamente ligado a su estado de salud. El hecho de que sea un personaje tan vivo, y casi diría exuberante, extravagante, tiene que ver con que la muerte lo está persiguiendo. Pelearle a la muerte hace que su emoción de vida parezca barroca, por momentos. En fin, no son dos trabajos separados pensar en el proceso físico y emocional, están completamente atados.

El actor agrega que la evolución que el personaje muestra en la pantalla es dramática y parte esencial de la trama. “Conforme la enfermedad lo va golpeando y lo va separando de la vida, su relación emocional con el mundo se va transformando. Al principio de la película el personaje es más cínico y tiene más humor, pone una distancia con la enfermedad. Pero hacia el final hay una transformación. Creo que hay un momento donde cuerpo y cabeza se muestran alineados. Yo sí tuve un trabajo físico, como perder peso, pero más allá de eso es imposible encarnar este personaje sin un vínculo con lo físico. Estamos hablando de enfermedad, de juventud, de sexo, de danza, de militancia. Puras cosas donde el cuerpo es central. Una lucha encarnada. 

—”120 latidos por minuto” nos entrega un relato que no permite que se fabrique distancia con la realidad. Es una cinta inmediata, directa. ¿Cómo crees que el director Robin Campillo logró esto?

—Creo que tiene que ver con que Robin fue activista de ACT UP en su juventud y que no quiso contar su historia desde un lugar nostálgico, melancólico o poético. Es como si la película estuviera hecha desde lo presente, un presente puro, es una película donde el espectador acompaña a los personajes casi de manera fraternal. La película no cae en el recuerdo de lo perdido ni en el recuerdo de aquella época heroica, tres décadas atrás. Tiene una energía, la película, que te hace querer saber a dónde va a llegar. También hay que decir que no es una película solemne: es una película con humor, con vida, con respiración.

Confronta realidades

Nahuel Pérez Biscayart anota que la cinta presenta un dilema que no se resuelve ignorando el problema. “La película hace que el espectador mire con atención hacia el otro. Constantemente, sobre todo frente a la enfermedad, optamos por mirar hacia otro lado, como si pensáramos “mientras yo no esté enfermo, no es mi problema”.

“Se genera un estigma. Es terrible, mientras uno no esté afectado por eso, no le damos importancia. Se genera una indiferencia que yo calificaría hasta de terriblemente violenta. Violenta para el que sufre. Los medicamentos de hoy hacen que la gente pueda vivir. Pero el estigma social sigue existiendo. Hay un fantasma de ‘el contagioso’, ‘el peligroso’ que todavía rodea a la gente seropositiva. Es tremendo. Y eso tiene que ver con que no se habla. Por eso creo que esta película también es muy necesaria”.

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