Martes, 27 de Mayo 2025

A 100 años de la obra y vida de Emilio Carballido

El trabajo del dramaturgo logró retratar de forma asombrosa la naturaleza humana a través de diversas épocas

Por: El Informador

El escritor y mentor fallecido en 2008 dejó una profunda huella en el arte escénico. EL UNIVERSAL

El escritor y mentor fallecido en 2008 dejó una profunda huella en el arte escénico. EL UNIVERSAL

Este mes de mayo se conmemora el centenario del nacimiento de Emilio Carballido Fentanes (1925–2008), uno de los dramaturgos más prolíficos y trascendentales del teatro mexicano. A lo largo de seis décadas de carrera, Carballido no sólo escribió más de un centenar de obras teatrales —muchas de ellas montadas y representadas en diversos países—, sino que también dejó huella en la literatura infantil, el cine, la ópera y la formación académica de nuevas generaciones de artistas escénicos.

A propósito de este aniversario, EL INFORMADOR conversó con la maestra Ileana García Guevara, profesora del Departamento de Artes Escénicas del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) de la Universidad de Guadalajara, quien compartió una mirada íntima y profesional sobre la obra y el legado del autor veracruzano.

“Por todo el aporte que hizo el maestro, él escribió más de 100 obras —algunos datos hablan de más de 150—, muchas de ellas cortas, pensadas específicamente para estudiantes de teatro, para que pudieran hacer ejercicios escénicos. Obras escritas para jóvenes audiencias”, explica la profesora.

Emilio Carballido retrata toda una época. Habla mucho de la sociedad de la clase media, de las situaciones que viven, de los prejuicios, del cotidiano del mexicano”, apuntó.

Nacido en Veracruz, Carballido estudió Letras Inglesas y Literatura Dramática y Teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su carrera se construyó principalmente en la capital del país, desde donde cultivó una visión escénica profundamente enraizada en la realidad mexicana.

A lo largo de su obra se distingue una voz comprometida con los personajes de a pie, con lo cotidiano, alejada de los grandes relatos de la aristocracia o la política. “Él hace comedia, hace farsa, hace obra fantástica, realiza monólogos, trabaja mucho con el realismo”, comenta García Guevara. “Y sí, hace melodramas, hace piezas también. Refleja sobre todo la cotidianidad de la clase media mexicana, personajes más populares. Él habla de otras circunstancias, de personajes que no estaban siempre en el centro de los reflectores”.

Entre sus títulos más conocidos figuran “Un pequeño día de ira” (1961), “¡Silencio, pollos pelones, ya les van a echar su maíz!” (1963), “Te juro, Juana, que tengo ganas” (1965), “Yo también hablo de la rosa” (1965), “Acapulco los lunes” (1969), “Las cartas de Mozart” (1974) y “Rosa de dos aromas” (1986).

Todas se hilan como obras que, en su mayoría, se sumergen en la cotidianidad nacional y abordan con lucidez y humor las complejidades sociales, emocionales y culturales del México contemporáneo.

Su creatividad no se limitó al teatro. Escribió cerca de 50 guiones cinematográficos, tres óperas (“Zorros chinos”, “Sala de espera” y “Misa de 6”), además de 15 cuentos infantiles publicados por el Fondo de Cultura Económica, y piezas de teatro infantil editadas por Porrúa.

Además, en 1975 fundó la revista Tramoya, publicada por la Universidad Veracruzana, la segunda publicación teatral más antigua de América Latina y la tercera en idioma español, solo superada por Conjunto (Cuba) y Primer Acto (España). Desde ahí impulsó la difusión del teatro nacional y el trabajo de otros dramaturgos.

El impacto del centenario de Emilio Carballido también ha sido reconocido en el ámbito universitario. En el marco del Día Internacional del Teatro, celebrado el 27 de marzo, diversas instituciones educativas rindieron homenaje al dramaturgo con lecturas dramatizadas de su obra.

“Nosotros, los universitarios, pertenecemos a cuerpos académicos. Mi cuerpo académico, el 923, se llama Estudios Contemporáneos sobre Arte y forma parte del CUAAD. Participamos con actividades junto con otras universidades para conmemorar el centenario de Carballido. Es fundamental que las universidades estemos promoviendo, recuperando nuestras dramaturgas y nuestros dramaturgos”, enfatiza.

Para García Guevara, resulta imposible comprender el teatro mexicano actual sin considerar la obra de Carballido. Su aportación es formativa, estructural e identitaria. “Nos deja un legado de nuestras tradiciones, de nuestra idiosincrasia, de nuestro cotidiano mexicano a través de sus obras. Muy, muy importante el legado que nos deja el maestro Carballido. No podemos negar nuestro pasado para tener un presente. Para los actuales dramaturgos es importante conocer de dónde venimos, qué estamos construyendo y cuál es el futuro que queremos. Son las bases formativas de nuestros futuros dramaturgos, actores, actrices, productoras de teatro”.

Y concluye con una reflexión que encierra el espíritu del centenario. “Es importante reconocerlo, mantenerlo vivo y estar haciendo mención tanto de la obra de Emilio Carballido como de otras y otros dramaturgos mexicanos de nuestra historia”.

Buen conocedor de la estética escénica

García Guevara destaca que además de crear obras y guiones, otro punto que destacó en la obra de Carballido fue su estética escénica, particularmente su uso de escenografías realistas.

“Él utilizaba la escenografía realista. ¿Qué quiere decir esto? Que tiene que ver con nuestra realidad, con espacios auténticos. Por ejemplo, en la obra La danza que sueña la tortuga, la acción ocurre en una tiendita de un pueblo en Veracruz. Teníamos en escena la tienda, con los refrescos, las canastas… todo ese ambiente. Y esto implicaba un uso muy claro de la tramoya, con movimiento de varas, entradas, salidas, paredes móviles. Era una forma de traer el México real al escenario”.

Maestro de las nuevas generaciones

El legado de Carballido también se cimenta en su papel como formador de generaciones. Como recuerda la maestra Ileana García Guevara, fue alumno de los mejores maestros de teatro del país, y a su vez se convirtió en maestro de muchos y muchas. Su impacto como pedagogo ha sido tan duradero como su producción dramática.

La académica tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente. “Lo vi en dos ocasiones en su casa porque hicimos un montaje para un programa que se llamaba Teatro Escolar con la Compañía Estatal de Colima, en 1998. Fuimos a pedirle los derechos de autor. Fue maestro de la directora del montaje, Janet Pinela, y él nos recibió con muchísima generosidad. Siempre muy amable, compartiendo sus obras, nos invitó a su casa, no a un despacho ni a una oficina. Eso dice mucho de su carácter”.

Sobre esa experiencia, detalla: “La compañía estatal de teatro de Colima fue invitada a participar en el Programa Nacional de Teatro Escolar. Cada estado montaba una obra de un autor o autora mexicana, y a nosotros nos tocó La danza que sueña la tortuga de Carballido. Yo soy originaria de Colima, aunque después me adopté también por Jalisco, y trabajamos en colaboración con artistas de ambos estados. Luis Manuel Aguilar, ‘El Mosco’, hizo la escenografía, Janet Pinela dirigió y Jaime Velasco actuó conmigo. Fuimos a la Ciudad de México para asesorías, hicimos retiros para trabajar la obra y logramos 100 funciones en Colima. Fue una experiencia maravillosa”.

Llegó al mundo con la pluma en la mano

Desde muy joven, Emilio Carballido Fentanes supo que las palabras podían ser una forma de permanencia. Nacido el 22 de mayo de 1925 en Córdoba, Veracruz, encontró en el teatro no sólo un vehículo de expresión, sino un modo de entender al mundo.

Su formación en Letras Inglesas en la Universidad Nacional Autónoma de México, con especialización en arte dramático, marcó el inicio de una trayectoria que lo consolidaría como una de las figuras esenciales del teatro de nuestro país durante el siglo XX.

En 1950, una beca del Instituto Rockefeller le permitió profundizar en el arte histriónico. A lo largo de su carrera, se desempeñó como maestro de arte teatral en el INBA, asesor literario del Ballet Nacional y director de la revista Tramoya, reconocida como la mejor publicación en su género en 1983 por el premio “Ollantay”, otorgado en Caracas. También impartió clases en universidades como Rutgers y UCLA.

Carballido comenzó a escribir teatro en 1948 y, desde entonces, su dramaturgia se expandió con fuerza y originalidad. Obras como “Rosalba y los llaveros”, “Felicidad”, “El relojero de Córdoba”, “Orinoco” y “Rosa de dos aromas” se volvieron parte del repertorio clásico del teatro mexicano contemporáneo. Su estilo, directo, irónico y profundamente humano, cruzó fronteras, sus piezas se tradujeron a múltiples idiomas y se representaron en América y Europa.

Aunque es recordado principalmente como dramaturgo, también incursionó con éxito en la narrativa, el cine, la ópera y el ballet. Por su valiosa contribución a la cultura, recibió múltiples reconocimientos, entre ellos el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Veracruzana y los premios “Juan Ruiz de Alarcón” y “Casa de las Américas”.

Falleció el 11 de febrero de 2008, dejando una obra vasta y que permanece viva.

CT

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