Jueves, 16 de Mayo 2024
México | El sonido y la furia por Martín Casillas de Alba

El sonido y la furia

Genial, austero, siempre preocupado por el dinero, parecía un hombre incapaz de disfrutar la vida y que la pasaba mal estuviese donde estuviese o con quien estuviese

Por: EL INFORMADOR

Orozco y la soledad en llamas

“Cada día de su vida demostró ser libre y eso está explícito en su pintura, en su autobiografía, en sus cartas, en su existencia” —decía el crítico de arte Luis Cardoza y Aragón, quien conoció a Orozco en vida. Por mi parte, recuerdo el retrato de su madre, una viejita arrugada tan apacible y tan diferente al resto de su obra que destilaba puro amor.

“Implacable en su violencia y en las ráfagas de ternura que zigzaguean sus palabras. ¡Se antoja tímido frente a sus propios sentimientos! Escribe como dibuja, la línea crea el volumen, obseso por la precisión y la concisión. En sus profundas negaciones, profundas afirmaciones. En sus cartas, su rectitud es notable. Se propuso esclarecer una época y deseaba servirla, como lo hizo siempre con su genio creativo, su amor hirsuto, tierno y con una lucidez que no tenía piedad. Su verdadero espacio natural, natal, vital, frontal fueron los muros, las naves y las cúpulas” —recordaba Cardoza y Aragón.

Genial, austero, siempre preocupado por el dinero, parecía un hombre incapaz de disfrutar la vida y que la pasaba mal estuviese donde estuviese o con quien estuviese, tal como lo relata Alma Reed cuando lo acompañó a Filadelfia en 1929, cuando tuvo su primera exposición en Estados Unidos: «en su voz y en sus movimientos se traslucía el impulso de aquel que imagina cómo sus pocas esperanzas se podrían convertir en realidad».

El gobernador Topete le dio chamba en los años treinta. Fue una buena chamba, aunque mal pagada, como se estila en Guadalajara o como dicen en Tepa: “N importa cuánto ganes, con tal de que no lo gastes...”

Pintó de 1935 a 1939 tres obras geniales trepándose hasta la cúpula del Cabañas y con esa obra asegurando su entrada a la historia del arte. Fueron años que vivió en esa “graciosa y culta ciudad que tanto amaba”.

La cúpula con el “Hombre esclavizado por sus temores, caminando por los cielos en etérea libertad; el Hombre y su apego a la tierra; el Hombre consumido en las llamas de su energía creadora” —como escribió Alma— o como luego imaginé en “Las batallas del General”, cuando José María Reyes estaba viendo al “Hombre en llamas” y sintió la presencia de una mujer: “Tal vez es mi imaginación —pensó—, pero mejor se hizo a un lado para dejarle un lugarcito y que se pudiera recostar a mi lado”... “¡Oh inteligencia, soledad en llamas!”. que bajo el peso de esa cúpula, el Hombre levita.

Por todo esto, digo que son muy afortunados en Guadalajara los que podrán ver la exposición de “Orozco: pintura y verdad”, tal como María Palomar lo comentó en la Tertulia del domingo pasado.

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