Imagine una ciudad

Imagine una ciudad donde los periódicos del día están colgados en una bolsa de plástico transparente y debajo hay una pequeña alcancía donde el que quiere un periódico, pone su moneda. Y nadie se roba ni el periódico ni la alcancía.

Imagine una ciudad donde no hay policías de tránsito y en su lugar hay unas fermas, cartones recortados con forma de policía, que dan las indicaciones de vialidad: no hay paso, uno por uno, calle cerrada, etcétera. Imagine una ciudad donde hay conciertos de jazz, rock o de piano en las plazas y donde usted puede compar su cena y su vino en un puesto callejero, pero su cena se la dan en un plato de cerámica con cubiertos de metal y su vino en copa de vidrio, y nadie se roba ni el plato, ni la copa, ni los cubiertos.

Imagine una ciudad donde en la plaza que une a los grandes museos hay 50 echaderos llenos de jovenes, un dj poniendo música y un bar, en plena plaza, que vende cerveza.

Imagine una ciudad de 2.5 millones que no tiene centros comerciales, las grandes marcas de todo el mundo están en el centro, que es donde la gente va a comprar. Imagine una ciudad con un gran cinturón verde y estaciones de bicicletas públicas cada dos kilómetros.

Esa ciudad existe, se llama Viena y es hoy por hoy, la mejor ciudad del mundo para vivir, de acuerdo con el ranking de ciudades de la firma británica Mercer (mercer.com).

La evaluación considera todo tipo de elementos, desde sociopolíticos, en los que se evalúa el cumplimiento de la ley y la estabilidad política; aspectos socioculturales, como libertades y respeto a la diversidad, y vivienda, educación, salud, seguridad, clima, recreación, etcétera. La base de la comparación es Nueva York, que es base 100, y de ahí hacia arriba o hacia abajo. Viena tiene 108.6 puntos, y como referencia, hay sólo 48 ciudades por encima de Nueva York.

Hay muchos factores que influyen en la calidad de vida de una ciudad, desde históricos hasta culturales, pero hay uno que es fundamental en la ciudades que van hacia arriba, y es la continuidad en los proyectos. Las ciudades que más admiramos, Chicago, Nueva York o Barcelona, tienen un común denominador: buenos alcaldes que son reelectos por muchos años. Viena no es la excepción. Hace 25 años Viena era una ciudad tan señorial como aburrida, con poco atractivo y falta de vida. Olía a viejo. Sus cualidades sociopolíticas no lucían por falta de atractivos socioculturales. La gran transformación de Viena se debe en gran medida a su alcalde, el socialdemócrata Michael Häulp, que el próximo 7 de noviembre cumplirá 16 años en el cargo.

La buena noticia es que sí se puede transformar una ciudad y aspirar a la calidad de vida que imaginamos. La mala es que por el camino y con la velocidad que llevamos, no vamos a llegar a los estándares internacionales que buscamos.