Emilio, el que se va

GUADALAJARA, JALISCO (20/FEB/2012).- "No venimos a robar, ni a descansar; no venimos por glorias humanas, ni tampoco para abusar del poder". El primero de marzo de 2007, Emilio González Márquez, un político originario de Lagos de Moreno, nacido en 1960 y recién desempacado de la presidencia municipal de Guadalajara, juraba como gobernador constitucional de Jalisco para el sexenio que concluye la próxima semana. Pero él, fiel a su costumbre, se adelantó esta mañana para decir adiós y agradecer: a su familia, a su esposa, a su suegra, a sus hijos, al partido que lo dejó llegar a este cargo y a los jaliscienses que tuvieron que aplaudir y soportar sus decisiones.

Su despedida no fue el último día de su mandato en el Congreso del Estado; incluso Emilio González duda que el equipo de logística de la siguiente administración lo invite a la ceremonia donde Jorge Aristóteles Sandoval jurará al cargo. Por eso, la mañana de este miércoles, una vez que terminó la glosa de su último informe de gobierno, el gobernador que concluyó con los informes de actividades anuales ostentosos para hacer pequeños actos cada cuatro meses, decidió amurallarse en Palacio de Gobierno. Un fuerte dispositivo de seguridad, que incluía calles cerradas, vallas en la Plaza de Armas y Plaza Liberación, policía canina y arcos de seguridad, se hicieron presentes en el último acto de un gobernador que ya se va.

En punto de las 10 de la mañana, el gobernador que se distinguió por defender a la familia convencional –y que no dudó en decir que le daba asquito cualquier otra- bajó de las escaleras tomado de la mano de su esposa, Imelda. A sus costados, sus tres hijos: Jesús, Ana y Emilio. Todos de traje de gala y con sus respectivas parejas.

Este mensaje es para agradecer, fue lo primero que dijo el gobernador al tomar el micrófono. Una administración que sufrió vendavales fuera de su alcance, como la epidemia de influenza y las crisis económicas. Pero que también padeció de infortunios propios de Emilio.

Además de los asquitos por las parejas del mismo sexo, Emilio González se distinguió por un lenguaje coloquial que, dijo en alguna ocasión, lo aprendió  en la zona C del Estadio Jalisco. Un gobernador que hizo de su chofer personal un Secretario de Salud, mismo que tuvo que renunciar luego de ocultar información en la epidemia de dengue en el 2009.

Más que sus desafortunadas declaraciones en contra de sus detractores, en el Banquete del hambre de 2008; lo que quedan son los números fríos de la administración. De nada bastó regalar 90 millones de pesos esa noche, pues la administración estatal deja 22 mil personas más en condiciones de pobreza extrema. Como si aquella anécdota reviviera a cada instante.

Cuando Emilio González Márquez dijo esta mañana que, al igual que a expertos y a universidades, escucharon a la población para tomar decisiones, también se recuerda que este sexenio continuó con un megaproyecto conocido como la Presa El Zapotillo; que entre sus estrategias estaba inundar los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo. Seis años después, y con un solo tuit, el gobernador electo hizo lo que no pudo hacer Emilio González: darles esperanza a los habitantes de la zona.

Esta mañana Emilio González Márquez habló de innovación pero evitó hablar de su proyecto personal: ser el hombre de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011. Desde su paso por la presidencia municipal de Guadalajara consiguió la sede. El problema es que hoy en día las deudas continúan, la Villa Panamericana sigue un proceso abierto en el Tribunal Administrativo del Estado por ser construida irregularmente y las finanzas de la justa deportiva siguen siendo cuestionadas.

Ese fue Emilio González Márquez. El que en el discurso de este miércoles dijo que ningún otro gobierno había apoyado tanto a la Universidad de Guadalajara, pero el que tuvo que padecer más de 50 marchas en Casa Jalisco de los universitarios, y que incluso, una noche antes de la megamarcha del 29 de Septiembre de 2010, el gobernador fue a negociar a la casa de uno de los líderes de la institución: Raúl Padilla López, al que primero acusó de quererlo matar por haber llevado, dentro de las marchas, una catrina.

Emilio, el que como dirigente del Partido Acción Nacional pedía justicia para los damnificados de las explosiones del 22 de abril de 1992 en el Sector Reforma, es el que a 20 años de la tragedia, no volvió al barrio de Analco.

Al que le gustaban las cámaras y micrófonos mientras quiso ser candidato a la presidencia de la república, pero el que esta mañana, una vez que terminó su último discurso y agradeció a todos, tomó a su esposa de la mano, miró a sus hijos sobre el hombro, y acorazados todos por seis guardaespaldas, se fue con una frase para siempre: "Me voy contento porque Jalisco está mejor, más allá de debates y de visiones de partido. Me voy tranquilo porque empeñé hasta lo último de mis talentos en beneficio de Jalisco; me voy en paz con mi conciencia y con mis semejantes".

EL INFORMADOR/ OMAR GARCÍA