Sábado, 20 de Abril 2024
Jalisco | ''El suelo no es factible para construir viviendas, es una zona de alto riesgo''

El Cerro del Cuatro es inviable para la urbanización: experto

La mitad de las familias que se han asentado en la zona de forma irregular exige servicios al gobierno; Tlaquepaque se los niega

Por: EL INFORMADOR

En las faldas del volcán apagado. Mil 300 es el total de viviendas asentadas de forma regular en el Cerro del Cuatro. EL INFORMADOR /

En las faldas del volcán apagado. Mil 300 es el total de viviendas asentadas de forma regular en el Cerro del Cuatro. EL INFORMADOR /

GUADALAJARA, JALISCO (18/MAR/2013).- Las 16 mil 500 personas vecinas de las “antenas”, en el Cerro de Cuatro, uno de los puntos más altos de la Zona Metropolitana de Guadalajara, viven en “una zona de alto riesgo, porque están sobre una pendiente que no es óptima para la urbanización, en donde se generan problemas de drenaje y de abastecimiento de agua potable. Además, el suelo no es factible para la construcción de la vivienda”, indica María Amparo del Carmen Venegas Herrera, especialista e investigadora en ciudad, territorio y sustentabilidad de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

El gobierno Estatal y municipal, en este caso San Pedro Tlaquepaque, deben realizar “estudios de impacto ambiental, urbano y social, en donde se detecte la problemática que se genera en esta zona y lo que pueda ocurrir en un futuro en caso de que siga poblándose el Cerro del Cuatro, ya que las antenas no son el único peligro para los habitantes de este lugar”.

El Ayuntamiento de Tlaquepaque ha regulado el uso de suelo en el Cerro del Cuatro; no obstante, Venegas Herrera señala que “el gobierno ha cometido el error de no hacer o contemplar ciertos estudios de impacto dentro del desarrollo de urbanización de la Zona Metropolitana de Guadalajara, y por consecuente se han generado bastantes permisos de construcción en esta área; territorio que no es óptimo para uso habitacional”.

Asimismo, explica por qué la gente escoge este lugar para vivir, pese a su peligrosidad: “el suelo es barato y por ende, a la gente que llega a Guadalajara se le hace más fácil irse a vivir a la periferia de la ciudad”

Añade que por la falta servicios públicos “es mayor el riesgo en el Cerro del Cuatro, pues hay gente incomunicada”, lo que contrasta con las colindantes moles de hierro que reciben y emiten ondas electromagnéticas y mantienen comunicada a la Zona Metropolitana de Guadalajara.

A las características que hacen a esta zona inviable para la urbanización se le añade un elemento más: los asentamientos irregulares.

Autoridades tienen el registro de alrededor de 60 familias que se han asentado en la zona sin un permiso de los propietarios y, por ende, sin acceso a servicios básicos. La mitad de ellos ha solicitado apoyo del Gobierno de Tlaquepaque para regularizar sus terrenos.

Por su parte, Alfredo Barba Mariscal,  alcalde del municipio,  argumenta que su administración carece de recursos para comprar y regalar terrenos; además, no fomentará la propagación de estos asentamientos.

SABER MÁS
Sin servicios básicos


Alrededor del 4% de los habitantes del Cerro del Cuatro carecen de servicios de agua potable, drenaje y luz, según el gobierno municipal.

La semana pasada, el alcalde inició obras de empedrado, agua y drenaje en cuatro calles de la colonia Buenos Aires con una inversión de 10 millones de pesos, en el volcán apagado hoy conocido como Cerro del Cuatro.

FRASE

"
No voy a permitir asentamientos irregulares dentro de la zona, porque, si no, al rato se va a correr la voz y al rato voy a tener todo el cerro irregularmente "

Alfredo Barba Mariscal,
alcalde de Tlaquepaque

CRÓNICA
Domicilio: la última casa


Tiene seis vecinas, y aunque son calladas, están encargadas de entretener a miles de personas en Jalisco. Todas son altas e imponentes, delgadas, y nunca se siente su presencia excepto cuando hay mucho viento, “es cuando se oye un ruidito y se mueven un poco”, dice Berenice Velázquez.

Ella comparte su entorno inmediato no con una tienda, una escuela u otras personas, sino con las seis antenas que transmiten la señal de las televisoras locales a las casas de los jaliscienses, en lo más alto del Cerro del Cuatro.

Por las mañanas es la primera en ver el Sol asomándose al día y, durante el resto de la jornada tiene una vista privilegiada de la ciudad, que pocos pueden apreciar desde cualquier departamento. El inconcluso Santuario de los Mártires, el puente atirantado, los Arcos del Milenio, fraccionamientos, cerros, casas, todo bañado en una cobertura de smog, pero nada se le escapa al mirador.

Durante el día la rutina es sencilla: Berenice arregla a su niña para llevarla al kínder a la una de la tarde, baja por un camino de tierra que ella misma trazó en la maleza del cerro hasta llegar a donde comienza (o termina) la calle y la recorre cuesta abajo.

En tramos, el camino es empedrado, en otros de tierra, de piedras sueltas, hay socavones donde los perros se acomodan para una siesta y también hay pronunciadas pendientes, que bien valdrían la pena para una encarnizada carrera de motocross. Todo eso hay que caminar para llegar al kínder,  recorrerlo a diario dejaría con los pies ardorosos a cualquiera, pero no a ella.

Cuando Berenice despide a su niña sube de regreso a casa, una pequeña construcción cuadrada donde apenas caben ella, su esposo y su hija. A un costado está el lavadero, un pequeño perro atado que nos ladra, tres tinas que fungen como cisterna a falta de instalación hídrica y, otra estrecha construcción: el baño. Todo cercado y protegido con un candado.

De día, los ruidos que se escuchan afuera de su casa vienen del viento golpeando las plantas secas, del andar de dos vacas y del mascar de un burro, que pastan a un costado de la casa de Berenice.

De noche es otra historia. Ya no parecen estar solos Berenice y su familia, porque suben “los muchachos”, además, no hay luminarias y la luz eléctrica de su consumo la roban de la calle. Usan un solo foco afuera de la casa para iluminar la oscuridad del cerro y, nada más.

“Sí hay inseguridad, ¿pero qué le hacemos?”, dice resignada Berenice. Cuenta que en la noche suben grupos de hombres a tomar cerveza y fumar mariguana, en esos casos, simplemente no hay que salir y es todo.

Habituarse a vivir en la cima del cerro, trayendo sus propios servicios, procurando medidas para su seguridad y para la educación de su hija, es el precio que Berenice paga por haberse establecido al margen de lo que en los ayuntamientos llaman legalidad, pues ni siquiera tiene domicilio, una calle y un número que la identifique. Sólo vive en “la última casa”.

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