Miércoles, 22 de Octubre 2025
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

Aquí yace Monsiváis...

Monsiváis fue en gran cronistapero sobre todo un promotor de la cultura urbana

Por: EL INFORMADOR

Dos palabras definen a Carlos Monsiváis mejor que su propio nombre: humor y minoría. Si alguien representaba a las minorías de este país, era él. No sólo les dio voz y visibilidad, sino que él mismo era, en muchos aspectos de su vida, parte de estas minorías. Nació protestante, fue militante de izquierda cuando la izquierda era perseguida; fue un intelectual fuera del sistema, y llevó su preferencia sexual al extremo de casi definir su identidad en ello (y era feo como pocos, pero ahí sí los feos somos mayoría). Quizá por eso nadie como él para captar los rasgos de identidad de los grupos emergentes, esos que nadie pelaba y que Carlos hizo que nos enteráramos que existían.

A Monsiváis le interesaba todo. Tenía una capacidad inaudita para estar al tanto de lo que pasaba en todo el país. Era el único intelectual que iba más allá de su ejido en el Distrito Federal. Sabía lo que estaba pasando en Tijuana, Culiacán, Guadalajara, Monterrey o Mérida. De Monsiváis se ha dicho que estaba en el número uno de todas las revistas y que su verdadero oficio era el de prologuista, porque escribió más prólogos que incluso artículos. Era tal la fama de prologuista universal, que un libro de humor político lo vendieron con un gran letrero en la portada que decía: “El único libro en el mercado que no contiene prólogo de Carlos Monsiváis”. Y era casi cierto. Monsiváis conocía como nadie qué estaba pasando en las culturas urbanas de cada rincón del país. Su presencia en todos los número uno de las revistas, por más marginales que fueran, habla de la importancia del personaje en la vida cultural del país, pero también de su generosidad.

En el humor fue grande. Tenía una capacidad de sintetizar en una frase irónica la problemática política y social como ningún otro. Inolvidable, por ejemplo, en aquellos días tensos después de las explosiones en Guadalajara, la frase con la que Carlos Monsiváis ironizó la actuación de los políticos ante la emergencia, que decían burrada tras burrada y entre más hablaban más se hundían. “Con estas frases —dijo Monsiváis—, los políticos jaliscienses hicieron una verdadera declaración patrimonial de sus bienes intelectuales”. En otra ocasión vino invitado por el Club Atlas a dar una conferencia. A la salida, en una entrevista con Manuel Baeza, definió a la alta sociedad tapatía como “la ilustre heráldica del vacío”. Su fama de hacedor de chistes con las palabras llegó a tal grado, que los últimos años la gente iba a verlo como quien acude a un show de comedia; lo que el público esperaba de él es que los hiciera reír, y casi siempre lo lograba (y en otras la gente se reía, aún sin entender, pues con la edad Carlos se volvió cada vez más barroco, pero poco importaba, una ocurrencia hacía la tarde).

Ojalá no se les ocurra hacerle a Carlos homenajes pomposos para hablar del intelectual y del hombre trascendente. Monsiváis fue en gran cronista, un fino ensayista literario, pero sobre todo un promotor de la cultura urbana. Estoy seguro que a Carlos le hubiera gustado que los periódicos hubiéramos sido menos solemnes con su muerte y que hubieran aparecido titulares como: “Muere Monsiváis; desde hoy las revistas comenzarán en el número dos”; o “México pierde a su prologuista”. O un epitafio que diga: “Aquí yace Monsiváis; descansen en paz los políticos. ¡Por mi madre bohemios!”. Salud, Carlos.

(diego@informador.com.mx)

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