— Pacto

Bosquejo de frase célebre: “Después de un lunes con cara de domingo, sigue un martes con cara de lunes”.

—II—

La crisis económica funciona mejor como “leit motiv” para discurso político, por lo visto, que como retrato de la realidad. Díganlo, si no, los reportes que llegan de los centros vacacionales: bastó y sobró con un fin de semana largo —el que terminó ayer— para que, a partir de la premisa de “a falta de pan, semitas”, las notas informativas que no tenían que aludir, obligatoriamente, a los no por lamentables menos consabidos actos de violencia en Guerrero y Ciudad Juárez, se ocuparan, desde el viernes por la tarde, de tópicos como “la afluencia masiva de vacacionistas en carreteras, aeropuertos y terminales de autobuses”, por ejemplo. Y después, anoche y esta mañana, del retorno igualmente tumultuoso de los paseantes, y de los miles de viajeros que se quedaron varados en los destinos de playa o de montaña hacia donde apuntaron el huarache.

Mientras tope el asunto en que las muchedumbres quieran aprovechar a cabalidad el asueto para generar la derrama económica implícita en el pleno ejercicio del derecho a la recreación; mientras todo el sobreprecio que tenga que pagarse consista en la saturación de hoteles y restaurantes, con el consiguiente decremento en la calidad de tales servicios; mientras el corolario del desplazamiento masivo de los trabajadores y sus familiares a los tradicionales centros vacacionales siga siendo de “saldo blanco”..., santo y bueno. Señal de que se cumple a cabalidad la intención con que se estableció la norma de “posponer para el lunes anterior” —como dijo el ranchero— el asueto correspondiente a feriados como el de esta semana (con motivo, por si ya se ha olvidado, del natalicio de Benito Juárez, a recordarse el próximo domingo, en coincidencia con el arribo formal de la primavera).

—III—

En lo que llega la próxima oportunidad de que los cazadores de puentes hagan de las suyas, se impone hacer un pacto de honor entre quienes aprovechan el éxodo de vacacionistas para quedarse a disfrutar de una ciudad libre de multitudes en los centros comerciales y de embotellamientos viales en las avenidas: ante la casi certeza de que los que se quedaron se la pasaron  mucho mejor que los que decidieron irse, hay que guardar celosamente el secreto: no sea que descubran que las verdaderas vacaciones consisten en huir —como antaño se huía de los apestados— de los vacacionistas...