Vamos al cine

GUADALAJARA, JALISCO (04/MAY/2011).- El éxito cobra seguimiento. Woody Allen y Penélope Cruz la hicieron en Barcelona y ahora pretenden Roma. Ambos han impactado al público en una combinación que, adicionalmente, alienta al potencial visitante. Su paso parece un itinerario para noveles descubridores del continente europeo.

Este año veremos a Penélope discurriendo por la Ciudad Eterna en un descubrimiento al estilo del neoyorquino por excelencia Woody Allen, en quien nada es predecible y sí sorprendente siempre.

Entre las peculiaridades del preámbulo resaltan lo impenetrable de las declaraciones más allá del sí entre esta curiosa pareja del cine mundial. Allen tiene cerrada la boca y así se lo dicta a Penélope para evitar caer en el chismorreo propio e impropio en el mundo cinematográfico. Curiosamente, también el silencio motiva comentario.

Mientras se definen otros proyectos del singular cineasta norteamericano, es un hecho Medianoche en París, comedia de corte romántico donde la gente cambia y asume un papel diferente de acuerdo a la circunstancia de su entorno. Esta introspección a que nos tiene acostumbrados Allen, se dice que tiene como elemento de genialidad el acento galo.

Las fantasías mentales de Allen, aquellas que inducían a la introspección, van cambiando en un sentido innovador donde el realizador se muestra invariablemente ausente y a la vez presente en sus personajes. En esto, además, se aprecia su genialidad. Ya no es aquel director de Mia Farrow en Rosa púrpura de El Cairo o Dulce y melancólico con Sean Penn, pero sigue sorprendiendo al espectador.

Entre los elementos contribuyentes al espectáculo fuera de la sala, se cuenta en esta Medianoche en París la participación de Carla Bruni, quien es nada menos que la primera dama del presidente controvertido y más comentado: Nicolas Sarcozy. Esto es para el anecdotario, lo que quedaría por definir en el anecdotario de cuál de los tres personajes.

Dios nos guarde de la discordia.