Viernes, 10 de Octubre 2025
Deportes | Por Francisco Baruqui

De los toros con verdad

Ya lo dijo Nicanor: ¡Qué sopor, qué sopor!...

Por: EL INFORMADOR

La tarde amenazaba lluvia y apenas terminado el paseíllo, goterones gordos empezaron a caer; por fortuna la descarga acuífera fue pronta terminando al doblar el que abrió plaza, quedando la tarde clara y fresca.  Y más valió…

Más valió, que sí, porque dado el tipo de festejo y encima la mojada…

Siempre lo he comentado cuando referencia hay que hacer al sentido de seriedad que debe existir en un coso de primera por cuanto a la integridad y catadura del ganado a lidiarse a fin de que todo lo que ante de él se realice revista la importancia que da la autenticidad.

Astados, — verdaderos novillos toros —, provenientes del campo bravo zacatecano de Arroyo Hondo de José Miguel Llaguno, hijo del señor ganadero que es mi buen amigo Pepe, adoleciendo de una presentación que no es la que acostumbra, toda vez que se trató de ejemplares terciados, magros de carnes, escurridos los más y dos culisecos que dan idea de cómo está el campo ganadero mexicano.

Una escalera, vamos, pero eso sí con la edad y astifinos pitones, que fueron un tanto obligados al castigo dejando en él lo que traían, destacando un castaño rebarbo que simplemente no paraba de acometer desde salida hasta el arrastre con clase, transmisión, temple y son, mucho son, prestándose para el triunfo, así como otros que, mansurroneando, llegaron al último tercio metiendo el morro para ser toreados, solo que…

Solo que, la capacidad torera de los alternantes, con todo y la voluntad y el mérito de salir con ganado de éstas características, estuvieron por debajo de varios  del sexteto.  Debo decir que me valdría ver a matadores a ver si les hubiesen podido.

No entiendo el por qué de la inclusión de un novillero veterano como es Juan José Vian apodado “El Palentino”, al que hemos visto años atrás en esta misma plaza, y yo en algunas otras de su originaria España, que llanamente ha visto pasar su tiempo dejando tan solo constancia de entusiasmo y valentía pero…

 Pero mirándose atrasado en capacidades toreras tanto de capa como de muleta y espada.

 Se salvó de la cornada hasta en dos volteretas que se llevó reconfirmando que, me apena decirlo, sigue siendo carne de toro.  Quiso pero no pudo en una labor deslavazada perdiendo los engaños repetidas veces y matando mal en verdad escuchando un aviso en su primero y dos más en el cuarto, sin imponerse como director de lidia en una tarde que hubo toros que le obligaban a intervenir.

Un joven vecino de barrera al pasar el hispano por el callejón le pidió que regalara un sobrero, todos nos volteamos a él que dándose cuenta de la inoportuna cuanto incongruente petición que le hizo, mirándome a los ojos me dijo: “Se lo dije solo para alentarlo…”  Todos respiramos tranquilos.

Si hay que mencionar algo destacable esto es, a no dudar, buenos momentos que tuvo Jaime Ruiz con el segundo que era de oreja en el que se hizo aplaudir quitando por ceñidas gaoneras y una faena iniciada con dos cambiados por la espalda aguantando para luego instrumentar series de toreo por abajo con la derecha principalmente que se le jalearon, pero dejando que el ritmo de su labor se fuera diluyendo cuando el de Llaguno, repito, no paraba de embestir terminando el ejemplar por encima del torero que adolece también del defectuoso manejo de los aceros terminando de dos pinchazos y estocada tres cuartos defectuosa.

Con el quinto, un bello ejemplar negro zaino, fino de estampa, largo, de pequeñas pezuñas y corte armonioso llegando hasta el rabo abierto que le daba lámina, que se entrego fuerte en las puyas dejando todo en el penco para ver a Ruiz desvaído, sin trazo entre desarmes e intentos pero sin logros despenando de entera tendenciosa y descabello al tercer golpe con la corta escuchando algunos pitos.

Recuerdo en la ya desaparecida plaza guadalajarense, El Progreso original, que había en el tendido de sol al que me llevaban unas madrinas que me hicieron apasionado de éste espectáculo único, sin par, singular y non que es el toreo, un aficionado chipén ya con años, que cuando un torero bailaba “La Varsoviana”, — vamos que todo lo hacía sobre piernas con sobrado movimiento de pies dando muestra clara de que no se quedaba quieto ni entrenando de salón —, le gritaba: “¡A trabajar y ya…!”  Ayer con la actuación de Antonio Romero, — que es en su nombre que lleva lo más torero y ná má… —, cuando el moreno y espigado novel no mostró absolutamente nada para haber estado en el cartel. 

Todo, insisto, con sobrado movimiento, ausente total de quietud, con el valor justo para enfundarse en el vestido, pero carente de los más elementales recursos.  Desarmado varias veces en sus dos, no tuvo plan ni idea para poder dejando una actuación desdibujada, dubitativa y de auténtico petardo. 

Sí, sé que se trata de un novillero; pero también afirmo que un novillero, como mínimo, debe contar con valor el que si es acompañado por la determinación, con todo que manifieste su verdor, dará cierta esperanza, sí.  Pero en el caso de Antonio Romero, y olé, vaya nombre para una figura, que si bien con el tercero que fue a más y con el que poniéndose en el sitio asentando las plantas habría lucido mejor, pues no; no le pudo.

Y un auténtico “regalito” que cerró función y que infirió tremenda cornada al banderillero Rafael Castillo, quien al salir del par trastabilló y cayó descubierto en la cara del burel que hizo a por él metiéndole la mitad del cuerno colgándolo y lanzándolo de manera espeluznante, lo que me hizo pensar que llevaba un cate fuerte al dejar en el callejón un reguero de goterones de sangre impresionando al escaso público que asistió.  Ojalá que aunque grande, la cornada no sea de la gravedad que en apariencia se vio.

Y bien, bien en verdad Diego Bricio con las banderillas citando con torería, sintiéndose, templando mucho en el viaje y clavando en lo alto asomándose al balcón, lo que le valió el batir de palmas saludando montera en mano.
Olé los toreros buenos….

Correo electrónico: francisco@baruqui.com

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