* “Un hombre...”

El Atlas ya encontró al hombre que andaba buscando, como Diógenes cuando deambulaba, con una linterna encendida a plena luz del día, por las calles de la antigua Atenas.
Su nombre: Carlos Ischia. Su encomienda: dirigir al equipo rojinegro en la próxima campaña, a la que llegará con la consigna de eludir el fantasma del descenso, con el que --“fiel a su espejo diario”, diría el vate López Velarde-- ya coquetea.

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El Guadalajara sigue buscando al suyo. El del técnico se reveló a poco de que concluyera la etapa clasificatoria del Torneo de Apertura: José Luis Real, a quien se ratificó en el cargo merced a que los dueños de la pelota decidieron --a contrapelo de la conseja que advierte que “Una golondrina no hace verano”-- que el triunfo por 4-1 en el “Clásico” contra el Atlas, demostró, sin lugar a dudas, que el equipo experimentó una metamorfosis espectacular por obra y gracia de la presencia del “Güero” en el puente de mando.
El hombre que sigue faltando sería, según dicen, un “táctico” como el “Bofo” Bautista de la última vez que el Guadalajara fue campeón, o un lateral como el Ramón Morales del tiempo en que la cancha le quedaba chica y los partidos le quedaban cortos; un jugador, en suma, que se encargue de abastecer de materia prima a los sobresalientes rematadores que los dirigentes del “Rebaño Sagrado” estiman tener al por mayor en su plantel: el “Chícharo” Hernández, Bravo y Arellano.

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Ya dirá el tiempo si el Guadalajara encuentra la pieza que --según sus analistas-- le permitirá completar el rompecabezas. De sobra se conoce la limitación de que tiene que ser, por fuerza, un jugador mexicano. Falta ver si los dueños del juguete lo buscan en el raquítico mercado doméstico y lo pagan al precio que le pongan... o prefieren producirlo en su propia cantera, aunque ello les signifique invertirle en tiempo lo que de entrada se ahorrarían en dinero.
Ya dirá el tiempo, también, si Carlos Ischia --cuyo perfil parece dejar más dudas que certezas-- es el hombre del destino del Atlas... o si se agrega a la extensa lista de nombres que han sido, en la historia de la añeja institución, pruebas vivientes de que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces --o doscientas, o dos mil...-- en la misma piedra.