* ''¡Qué barato...!''

Cuando Ricardo La Volpe vendió a los directivos del Atlas, a precio de oro, los espejitos de las ilusiones de reverdecer los lauros que desde hace más de medio siglo se marchitan en sus vitrinas, supo manejar magistralmente sus estrategias de chantaje. Primero hacía declaraciones en que exhibía a sus dirigentes como fáciles para vender lo que les compraran (los casos de Márquez, Guardado y varios más). Después, en compensación, los exhibía por sus reticencias para reinvertir esas ganancias en la adquisición de supuestos refuerzos, sólo con los cuales se podrían alimentar sus aspiraciones de transformarse en protagonistas de los campeonatos y dejar de ser “extras” irredentos.
El resultado global fue una larga lista de jugadores --argentinos en su mayoría... por mera casualidad-- que, salvo honrosísimas excepciones,  representaron erogaciones estériles. Varios de ellos, incluso, se fueron como llegaron: inéditos. Dejaron huella, sí... pero sólo en las arcas del club.

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Ahora, visto que al equipo le llega la lumbre a los aparejos y que la amenaza de verse involucrado en el asunto del descenso al cabo del próximo Torneo de Clausura va en serio, se vuelven a dar pasos para “reforzarlo”...
Los nombres, fotografías e historiales han sido la noticia de las secciones deportivas en los últimos días: Lucas Ayala, volante defensivo de 32 años, argentino naturalizado mexicano, quien ya vistió la casaca rojinegra con más pena que gloria; Alfredo González Tahuilán, zaguero mexicano de 30 años, surgido en el América y eterno suplente durante la campaña anterior con los “Tigres”; Lucio dos Santos, volante ofensivo brasileño de 31 años, intrascendente --por intermitente, según los críticos-- con el Botafogo carioca en la última temporada, y Carlo Costly, atacante hondureño de 28 años, procedente de Rumania donde estuvo seis meses prácticamente parado.

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Pudiera ser que el simple hecho de enfundarse en la camiseta rojinegra operara en ellos una portentosa metamorfosis: que aflorara la clase que todos ellos tienen; que los cuatro resurgieran de sus cenizas e hicieran del Atlas, si no el gran equipo que dispute la clasificación y dispute el verdadero campeonato, sí, al menos, el equipo capaz de conseguir los resultados que le permitan arañar los resultados con los cuales eludir el descenso... y demostrar, de paso, que no en todos los casos se cumple al pie de la letra la maldición implícita en el adagio de que “lo barato cuesta caro”.