* Leña

Ya en el avión, en el largo viaje de vuelta de Nigeria a México, los jugadores de la Selección Sub-17 --a los que ayer se acabó la cuerda en el Mundial de su categoría--, podrán matar el tiempo cantando, entre suspiros, las consabidas coplas:
--Ayer maravilla fui, Llorona, y ahora ni sombra soy...

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Cuando los juveniles dejaron en el camino a sus homólogos de Brasil, hubo quienes echaron a vuelo las campanas. Algunos llegaron al extremo de recordar que cuando la Selección Mexicana de los Giovani, Vela y anexas ganó el Mundial de esa categoría, venció a Brasil, precisamente, en la Final. Su conclusión fue automática: “México, futbolísticamente, ya está, por lo menos, a la altura de Brasil”.
Habría que hacerlos reparar en que, en ese nivel, Suiza acaba de vencer a Alemania, y Colombia hizo lo propio con Argentina. De esos hechos se sigue que las jerarquías entre los aprendices no necesariamente corresponden a las de los maestros...
Por lo que respecta a México, el certamen dejó como enseñanza que lo mismo puede vencer a Brasil... que perder con Corea del Sur.

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Antes de que se quiera hacer leña con el arbolito recién caído, y de afirmar que los futbolistas mexicanos, desde chiquillos, acusan ya los complejos que se traducen en la incapacidad de rendir buenas cuentas cuando tienen que alcanzar un resultado en la instancia suprema de los penalties (“el fantasma de los penales”, volverá a decirse), convendrá dejar en claro que la derrota en la batalla de ayer no tiene por qué interpretarse como un fracaso ni tiene por qué ser una mancha indeleble en la carrera de los bisoños jugadores mexicanos...
Objetivamente, su comportamiento futbolístico, en el partido de ayer, fue sumamente digno. Técnica, táctica y anímicamente demostraron estampa, disciplina y estatura para la práctica del deporte y para las exigencias de la competencia... Sólo les faltó la suerte, entendida no como la consecuencia del uso criterioso de una larga serie de cábalas y talismanes, sino, simple y llanamente, como una coincidencia, muchas veces inmanejable, de factores que lo mismo pueden ser propicios, como el día que vencieron a los brasileños, que adversos, como ayer que perdieron ante los coreanos.

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Convendrá que sus mentores les recuerden, en fin, que “Un hombre grande se restablece fácilmente de una derrota, pero un hombre pequeño jamás se restablece de un triunfo”.