* Ilusos... e incautos

La lista de los cartuchos quemados para el futbol, que han encontrado en el Atlas a dirigentes, tan ilusos como incautos, que les regalan la oportunidad de recoger las últimas migajas en su carrera como profesionales, es, casi seguramente, la más larga en el “mundo raro” del futbol mexicano.

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Apostar a la posibilidad de que los brasileños Rómulo Marques y Leandro do Bonfim y el colombiano —mexicano por naturalización— Andrés Chitiva resurjan de sus cenizas, justifiquen su etiqueta de “refuerzos” y funjan, en efecto, como revulsivos, para que el Atlas no sólo eluda la amenaza del descenso sino trascienda los niveles de mediocridad que por tradición han sido su querencia, implica poner al milagro por encima de la lógica.
Eso, para el creyente, puede estar muy bien... aun a sabiendas de que dicen que Dios invita a sus devotos a no dejarlo solo en las empresas que suelen encomendarle:
“Ayúdate —les dice, según los entendidos en esos menesteres—... que yo te ayudaré”.
Si lo dejan solo, en cambio...

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Rómulo militó en sendos equipos de Alemania y Francia. Si no hizo huesos viejos en ellos, ni consiguió acomodo en otros clubes europeos, señal de que fue incapaz de dejar huella en aquellos pagos.
Leandro viene de ocho meses de receso, directo de su país de origen. Ni trae un historial que lo avale como posible solución a las carencias del Atlas, ni tiene blasones que alimenten las ilusiones —reacias a morir, no obstante tantas decepciones— de los fieles simpatizantes de los colores rojinegros.
Chitiva viene de dos torneos en el América, uno en Indios de Ciudad Juárez y por lo menos dos más en Pachuca, en los que su rendimiento ha estado muy por debajo de su cartel. Son dos años y medio, por lo menos, en calidad de suplente ocasional. Ni titular, pues..., ni, mucho menos, protagonista en las campañas de los equipos por los que ha pasado. De la habilidad y el talento de que solía hacer gala en sus buenos tiempos de jugador desequilibrante, queda el recuerdo. Hay, por tanto, la duda razonable de si aún tiene piernas que respalden sus virtudes y las pongan al servicio, en el caso, de la causa rojinegra.

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El Atlas, pues, salvo prueba en contrario, sigue condenado a comprobar que “El que no alcanza para perro, tiene que cazar con gato”.