* Fracaso

Puesto que casi todo está dicho con respecto al partido que disputarán mañana las selecciones nacionales de México y Estados Unidos (primero, que es una batalla muy importante, aunque no definitiva, en la guerra regional por los boletos para el Mundial del año próximo en Sudáfrica; después, que el 5-0 favorable a los mexicanos con que se resolvió la reciente final de la Copa Oro difícilmente pesará en el ánimo de los estadounidenses...), la ocasión parece propicia para repasar un tema que, por haber coincidido con la actividad futbolera propiamente dicha del último fin de semana, se quedó en el tintero: el regreso --sin gloria, obviamente-- de Omar Bravo al redil del Guadalajara.

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Toda vez que el buen Dios, en su infinita misericordia, le dio para el futbol las virtudes que le regateó para la oratoria, Omar, al regresar al terruño de adopción, tuvo a bien coronar el episodio de su malhadada aventura europea, con una sarta de desventuradas declaraciones...

Al margen de que su intentona de refrendar en Europa los méritos de su carrera futbolística en México se califica objetivamente por sí misma con el sonoro vocablo que en español se ha acuñado para el caso (el resultado adverso de una empresa se llama, con todas sus letras, fracaso), algo queda en claro de las frases con que obsequió a los reporteros que lo entrevistaron al volver a Guadalajara luego de su incapacidad absoluta para dejar huella en el Deportivo La Coruña, primero, y en la Universidad de Nuevo León, después: que no se quedó con las ganas de presentar, especialmente en el primero de esos episodios, el examen a título de suficiencia.

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Reprobado sin apelación en ese examen, Omar tendrá, en su equipo de origen, esa “segunda oportunidad” --o, para ser exactos, tercera...-- de que hablan los modernos 'manualitos' de superación.

Aunque perdió un año de su vida en el intento de demostrar que “el que es perico, donde quiera es verde”, en el Guadalajara tendrá la enorme ventaja de que se le tendrá la paciencia que no se le tuvo y se le darán las oportunidades que no se le dieron en “el Dépor”... principalmente porque un jugador extranjero, en España, lleva a cuestas la responsabilidad no tanto de vender camisetas, cuanto de desquitar en la cancha hasta el último euro que le paga el equipo que lo contrata.