* Fantasmas

Se consolaban, hasta hace una semana, los devotos irredentos del Atlas.

—Es que el nuestro —decían— es un equipo casero...

Después de la derrota ante el Morelia, llegó el inevitable viraje de 180 grados.

—Ahora —enmiendan—..., ni eso.

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Lo más probable es que no sea para tanto. Ni el Atlas que venció a los “Pumas” y al Santos Laguna en sus dos primeras apariciones en el Jalisco se tragaba la lumbre a puños, ni el que perdió el sábado pasado fue una murga...

En las dos victorias señaladas, lo verdaderamente rescatable fueron los primeros minutos del segundo tiempo ante los “Guerreros”, porque los rojinegros salieron, literalmente, a adueñarse de cancha y pelota, a devorar al rival y a mover el marcador. Eso, y, por supuesto, los resultados. Pero hasta ahí.

En la derrota ante el Morelia, la diferencia entre vencedor y vencido consistió en el contraste entre los aciertos de Moisés Muñoz, al evitar la caída de su marco dos veces en el primer tiempo y una más en el complementario..., y las chambonadas de Ayala y Fuentes, al regalar los goles con que se escribió la historia.

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Por cierto: Miguel Sabah fue el fantasma del Atlas durante toda la semana. La mayor parte de las notas previas aludían al goleador de moda...

Así las cosas, si los rojinegros estaban sobradamente advertidos acerca de la principal fortaleza del rival en turno, las pifias de Ayala y Fuentes son del género de las inadmisibles y de la especie de las imperdonables entre profesionales. No fue que Sabah los superara a base de habilidad y/o fuerza en los duelos individuales; fue que los centrales rojinegros cometieron pecados mortales, de los que ordinariamente se castigan con la penitencia de los goles... y, con mayor frecuencia de la deseable, de las derrotas.

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Al margen de lo mucho que deberá trabajar en los entrenamientos para enderezar el rumbo, porque los números de su equipo son negativos y porque el descenso es una posibilidad real, por más que se empecine en darle la espalda, habrá que ver cómo opera Ricardo La Volpe el milagro de que por lo menos tres jugadores a los que trajo como “refuerzos” —Ríos, Zepeda y Osorno— demuestren que los futbolistas, como los vinos, mejoran al paso del tiempo... aunque sus facultades físicas a veces insinúen y a veces proclamen lo contrario.