* “El Muchacho”

Si se realizara una encuesta para designar a “El Muchacho de la Película”, una vez que se hizo la tarea en la eliminatoria al asegurar, merced al 4-1 del sábado ante El Salvador, el boleto para el Mundial del año próximo en Sudáfrica, es muy probable que la “vox pópuli” se decantara por Cuauhtémoc Blanco.

Independientemente de las simpatías o antipatías que suscite el actual jugador del “Chicago Fire”, es obvio que su peso específico en la cancha, en los partidos en que se consiguieron los resultados que permitieron alcanzaron el objetivo de la clasificación, fue significativo; que él y Giovani dos Santos fueron los jugadores que --como ahora se estila decir-- “marcaron diferencias” con respecto a los rivales que se fueron cruzando en el camino del “Tri”.

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Sin embargo, también es probable que un análisis más serio de lo ocurrido a lo largo de la eliminatoria, desde el arranque errático hasta el cierre ciclónico, desde los temores de que México pudiera quedar al margen hasta la convicción de que se ha recuperado --con todo y su carga peyorativa-- la jerarquía de “El Gigante de la Concacaf”, llevaría a la conclusión de que el catalizador que hizo posible esa metamorfosis tiene otro nombre: Javier Aguirre.

Además del indicio de que Blanco prefirió dar un paso de costado antes de comprometerse con la Selección y con sus metas durante la “era” de Sven-Goran Eriksson, y de que asumió el reto de convertirse en líder del grupo --no sólo del equipo-- a partir de que el “Vasco” entró al relevo, el comportamiento del “Tri” --el orden, la disciplina, la solvencia...-- sobre la cancha, y la consecuencia lógica de los resultados, fueron elocuentes.

Un equipo inseguro y titubeante, inconsistente en sus resultados, gradualmente comenzó a mostrar aplomo y estatura futbolística. Se ganó el respeto de los adversarios, primero... y de la crítica y del público a continuación.

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Al margen de que la confianza que Javier se ganó a pulso le gane asimismo el apoyo de los dueños del balón para dar al equipo la mejor preparación posible de cara al Mundial, parece razonable ponerse como meta, no precisamente que irrumpa como “El Equipo Cenicienta” en Sudáfrica..., pero sí, al menos, que no reedite las decepciones en que se han resuelto la mayoría de sus desempeños en ediciones anteriores de la Copa del Mundo.