* Dramas

Lo malo de lo bueno --el futbol, por ejemplo--... es que se acaba.

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Al margen de las notas relacionadas con los preparativos de los equipos que esta noche pondrán en marcha la fase de semifinales del Torneo de Clausura, hay otras dos que destilan amargura. Una, la frustración de Jared Borgetti al no encontrar eco entre los actuales dirigentes del Santos Laguna para cerrar su carrera como futbolista en activo con el equipo en que vivió los mejores pasajes de su carrera en las canchas. Otra, las declaraciones de la esposa de Salvador Cabañas, en el sentido de que ella, sus hijos y el propio Salvador,  están al borde de la miseria.

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Del relato de la esposa del ex futbolista --que vive de milagro después del balazo que recibió en la cabeza a raíz de una riña en un bar de la ciudad de México, en enero pasado--, se infiere que “alguien” debería de darles graciosamente, a manera de limosna, el dinero que les permita mantener el nivel de vida al que se acostumbraron cuando Salvador devengaba un salario mensual de más de un millón de pesos y era, por tanto, uno de los futbolistas mejor pagados de México.
Hasta donde se sabe, el América solventó la casi totalidad de los gastos derivados de la atención médica que recibió Cabañas en México, antes de que la familia decidiera trasladarlo a Argentina para continuar su rehabilitación... a pesar de que el incidente que canceló de manera abrupta su exitosa carrera --en lo deportivo y en lo económico-- no sucedieron en una cancha de futbol ni en ejercicio de su profesión, sino en una parranda de taberna.

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En el caso de Borgetti, la información es incompleta: si Jared externó su deseo de que se hiciera un partido de despedida para cerrar formalmente su carrera, parece difícil que se le hubiera negado esa posibilidad. Si pidió, en cambio, que se le extendiera un contrato como jugador, y que al cabo del mismo se programara su retiro, más o menos festivo, de las canchas, la cosa cambia... De hecho, en las campañas con León, Morelia, Puebla, Guadalajara y Monterrey (sus equipos desde sus aventuras en Inglaterra y Arabia, solventadas con más pena que gloria), Borgetti recibió del futbol más de lo que él les dio a cambio.
Moraleja: lástima de carreras, con esos indignos epílogos.