* Deplorable

“Mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes”, decían los abuelos.

En lo global, resultó deplorable el arranque del Torneo de Clausura para los equipos de estas tierras en que, según reza en el pedestal de “La Minerva”, campeaban los espíritus de justicia, sabiduría y fortaleza.

“Y —añadían los lugareños—... buen futbol”.

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El Atlas tuvo el pretexto —que no necesariamente lo disculpa— de haber jugado como visitante de los Jaguares.

Los “Tecos”, de plano, rindieron cuentas mochas: perder, y perder en casa, ante un rival como los Indios, benjamines del circuito, inquilinos (naturales, se diría) de la parte baja de la tabla de porcentajes, compañeros de penurias de otros equipos —Puebla, Necaxa... y en un descuido los propios “Tecos”— seriamente amenazados por el fantasma del descenso, y que teóricamente no tenían con qué quitarle el hipo a nadie, deja muy mal parados a los universitarios. Los deja comprometidos a realizar, en la siguiente salida, la “misión imposible” —o casi— de sacar dividendos de la visita al Guadalajara.

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La misión, de suyo difícil, se complica porque aunque pudiera parecer (“el vaso medio lleno”) que las “Chivas” consiguieron un punto en la jornada inicial, quizá sea más exacto decir (“el vaso medio vacío”) que perdieron dos.

Por supuesto, sería prematuro pretender sacar conclusiones acerca de las perspectivas de los rayados y de otros equipos llamados a ser protagonistas del torneo, cuando apenas se ha disputado la primera fecha.

De hecho, el partido del sábado en el Estadio Jalisco fue bastante atípico. Intenso por momentos, en la medida en que las volteretas en el marcador hicieron pensar, primero, en una victoria cómoda de los locales, y minutos más tarde en una campanada espectacular por cuenta de los “Cementeros”, el duelo, sin embargo, estuvo muy lejos de merecer epítetos laudatorios o signos de admiración.

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Para nada. El Guadalajara llegó poco en  la primera media hora. Tomó ventaja de 2-0 porque Carlos Ochoa llegó con la herradura, el trébol de cuatro hojas y la pata de conejo en las alforjas. Luego vinieron las complicaciones porque la defensiva se descompuso hasta el punto de que, más que las presencias de los fantasmas que anduvieron en la cancha, habilitados como defensas centrales, pesaron las ausencias de Galindo y Magallón...

Fueron ellos, paradójicamente, aun sin alinear, los mejores jugadores del Guadalajara en ese cotejo.