* Cayó

Bien visto, no fue que Raúl Arias hubiera dejado de ser, abruptamente, el técnico de las “Chivas”... Es, en realidad, que nunca lo fue.

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Al margen de que su historial con el Necaxa del campeonato de Invierno-98 demuestra que cuando tuvo plantel logró excelentes resultados, y de que su tránsito con el San Luis fue de una cosecha óptima, en función de la avara siembra de sus dirigentes, desde que los actuales dueños de los destinos de las “Chivas” se sacaron su nombre de la manga, caprichosamente, como reemplazo de Paco Ramírez —otro capricho—, hubo consenso: Raúl, clásico entrenador de equipos chicos (mucho mejor para conjugar el vil verbo “especular” que el noble verbo “jugar”), no era el técnico a la medida para el Guadalajara... con todo y los indicios que había, desde el torneo anterior, de que el actual Guadalajara, si se le sopesa desapasionadamente, tiene más carencias de equipo chico que riquezas de equipo grande.

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Las tres derrotas consecutivas de los rayados —ante Santos Laguna, América y Morelia— desmoronaron la confianza de los aficionados, la moral del plantel... y finalmente, ayer, la paciencia de los dirigentes.

La lápida —simbólica, porque ni mármol merece— sobre la “era” de Arias como timonel del equipo más popular de México, sería la declaración con que Raúl quiso explicar el cambio de Araujo por Bravo: “estaba corriendo a destiempo y había el riesgo de que saliera expulsado”...

Conformes: si tal era el diagnóstico de Raúl y si el partido ante el Morelia ya se estaba perdiendo por 3-1, ¿por qué no sustituir al atacante que era recomendable mandar a las regaderas, por otro atacante?... Y si Arellano no estaba apto para entrar, lo mismo por conveniencia que por necesidad —como era el caso—, ¿para qué demonios, entonces, lo tenía en la banca?...

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José Luis Real, el “bombero” designado para tratar de salvar, en pleno cataclismo, lo que buenamente se pueda, es gente de la casa; es un profesional serio; es un hombre de futbol que forma parte de esa institución desde su etapa pretérita; es un entrenador idóneo para dirigir al equipo en una situación de severa crisis... pero, también, afortunadamente, en un momento en que aún es posible salvar un mínimo de decoro, consiguiendo el boleto para la “Liguilla”.

Lo de menos es que sólo sea para hacer montón en ella...