* Campanada

Haberse reconciliado con la victoria, como lo hizo el Guadalajara, después de cuatro jornadas de resultados que fluctuaron entre lo lamentable y lo mediocre, tiene su mérito, desde luego. Haberlo hecho mediante una goleada de 5-0 implica un “plus”, indudablemente.

Hacerlo ante el Pachuca, que a su condición de líder de la clasificación general agregaba la calidad de invicto en las siete primeras jornadas del certamen, y saltar, merced a ese resultado, al liderato de su grupo, sin dar al triunfo la dimensión de hazaña, ni mucho menos, sí lo convierte, al menos, en la campanada más sonora de la jornada.

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Compite en espectacularidad la victoria de los rayados, con la que consiguió el San Luis, ayer por la tarde, como visitante del América. Con una diferencia significativa, por supuesto: que sus antecedentes en el actual Torneo de Clausura dan a los “Tuzos”, en cuanto sinodales, una respetabilidad inalcanzable —de momento, al menos— para los aún alicaídos “Cremas”.

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En todo caso, un análisis riguroso del encuentro del sábado en el Estadio Jalisco invita a moderar los festejos...

Aunque el 5-0 sobre el Pachuca resulta aún más rotundo que el 6-2 conseguido a media semana ante el Everton, de Chile, dentro de la Copa Libertadores, las circunstancias fueron muy diferentes: al Everton, los rojiblancos, sin prodigarse, le tomaron una ventaja de 4-0 en los primeros 36 minutos de juego; el resto lo despacharon sin esforzarse más que en cualquier entrenamiento. Con el Pachuca, en cambio, el primer tiempo fue mejor jugado por los “Tuzos”. La agresividad que mostraron los locales en el segundo tiempo les permitió abrir el marcador en el arranque de ese período, y administrar la ventaja durante los siguientes 25 minutos. Fue en los 20 minutos finales que se redondeó la goleada, merced a la combinación de dos factores: el oportunismo de Omar Arellano —que regresó a la cancha con el trébol de cuatro hojas en la mano—... y las torpezas de los defensores hidalguenses, al regalar dos penalties.

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El Atlas, mientras tanto, regresaba con un punto de su expedición a Puebla: suficiente para sumar, aunque sea de a poco... y para adquirir confianza —es el cuarto partido consecutivo sin derrota de la nueva “era” de Ricardo La Volpe—, en parte por el resultado, pero principalmente por el desempeño del equipo, que volvió a jugar sin complejos.