* Agua tibia

“Los lunes --sobre todo si el domingo perdió tu equipo favorito--, ni las gallinas ponen”.

La recuperación del garbo, del oficio futbolístico y, sobre todo, de la productividad de la Selección Mexicana que anduvo dando lástimas y a últimas fechas ha recobrado la solvencia, y, por ende, ha dejado de ser “extra” y ha recuperado, en buena hora, su tradicional calidad de protagonista en la eliminatoria rumbo al Mundial de Sudáfrica-2010, ha puesto en acción a sociólogos y sicólogos...

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Por supuesto, no se trata de reinventar el agua tibia ni el hoyo del disco. Se trata de reciclar la añeja tesis de que el futbol constituye un símbolo de identidad social más relevante que otras expresiones culturales --permítase considerarlo así--..., incluidos todos los demás deportes.

Más que otras manifestaciones del quehacer humano, el futbol unifica e iguala a las clases sociales. En las tribunas de los estadios, los seguidores de los equipos, modernamente, comparten un gesto simbólico: al margen de las clases sociales de las que provienen y de las actividades que realizan en la faceta productiva de sus vidas, en esta --la recreativa: la del aprovechamiento del tiempo libre, como se le denomina desde que la Revolución Industrial, en efecto, regaló al hombre el tiempo para el ocio (y, sobre todo, para el ocio compartido) que antaño no existía--, se uniforman, a veces, con las camisetas de sus equipos favoritos... y se uniforman, siempre, con las de su Selección Nacional.

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Se quisiera que no fuera así; que no lo fuera al grado extremo de que una derrota lleva al ausentismo o a la irresponsabilidad laboral, y sólo la victoria motiva al esfuerzo y al afán de superación...

Se quisiera que el aficionado tuviera claro que el futbol debería limitarse a ser un pasatiempo cuyos resultados --hijos, muchas veces, del azar-- no deberían incidir en la vida real (los resultados de las competencias deportivas, bien vistos, no pasan de ser una ilusión), ni deberían trascender del tiempo que se dedica al ocio, entendido como evasión pasajera de la realidad...

Se quisiera que los comentarios de tantos “expertos” no fueran tan enajenantes... y que los resultados no fueran, en la medida en que lo son, ocasión para refugiarse en el alcohol, lo mismo para encontrar consuelo en la derrota que para celebrar el triunfo, y en la violencia.