Viernes, 26 de Julio 2024
Cultura | Entre el duelo y la satisfacción

Andrés Neuman es un viajero

Autor de una novela futurista que sucede en el siglo pasado, en donde un mosaico cultural se despliega con intensidad

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Seis años de trabajo se ven reflejados en la obra más reciente de Andrés Neuman, ''El viajero del siglo'', libro que empieza a recoger sus frutos en el gusto de los lectores siendo ganador del premio Alfaguara de novela 2009.

Andrés, joven de 32 años, no parece ser el mismo escritor maduro y experimentado a primera vista, sin embargo se expresa con elocuencia sobre el proceso de creación de esta compleja obra literaria, de su creación y del proceso -en ocasiones doloroso- que vivió para concluirla.

– ¿Cómo te sientes con tu visita a la FIL?
– Muy contento porque es la segunda vez que vengo, debió haber una tercera, la primera vez que tuve la oportunidad de venir a la FIL ocurrió una cosa muy triste, mi madre enfermó muy gravemente y no pude venir, entonces siempre que vengo a la FIL por un lado me siento un poco triste de recordar aquello y por otra parte contento de que algunos sigan vivos.

– Tu libro es un ensayo de literatura del siglo XIX, una novela, un análisis, llega a ser una obra compleja, intensa.
– El libro, como yo lo había planteado es una especie de zapping por ciertos sub géneros del XIX, uno de ellos sin duda era la novela de ideas, tiene su parte de novela sentimental, epistolar, de misterio y también de novela de ensayo de tesis como tú dices, tiene que ver un poco con cierto homenaje a La montaña mágica (Thomas Mann), de ahí el nombre del protagonista Hans; también recrea un poco esos salones literarios del XIX con el que comienza por ejemplo Guerra y Paz , de Tolstói, pero la idea era contar todo eso de un modo no formal, simonónico, sino mucho más atrevido, mucho más divertido así que en este salón mientras la gente discute de filosofía, de poesía , de traducción, mientras tanto hay otros dos que están tratando de seducirse, otro que se distrae, otro que eructa, otro que piensa en otra cosa y la prosa trata de recoger simultáneamente como si fuese y un zapping o un big brother de salón literario lo que está pensando o diciendo cada uno”.

– ¿La idea surgió de manera inmediata?
– La intención era hacer una novela larga -como es ésta- pero que tuviera intensidad; creo que a veces en la literatura hablamos demasiado de la longitud como si eso dijera algo de un libro; me parece que la intensidad de su prosa tiene mucho más que ver con que un libro se nos haga corto o largo. Quizá por eso traté de que los capítulos fueran breves y en ese sentido intenté que ese progreso lento, temporal que tiene la novela se produjera con capítulos breves y muy ágiles para tratar de enlazar velocidades al servicio de una estructura de lentitud. Un experimento que el otro día decía, es como meter un helicóptero dentro de un carruaje y tratar de adivinar si el carruaje echa a volar o el helicóptero se detiene.

– Una vez que terminaste el libro, ¿cómo te sentiste? Lo tuviste contigo por seis años, ¿con qué te quedas?
– Mira, es una mezcla de alivio y duelo, porque por un lado después de seis años de estar escribiendo un libro, uno necesita salir de ahí, tiene miedo de haber sido secuestrado para siempre, pero por otra parte ese secuestro te produce un cierto síndrome de Estocolmo, de manera que uno se genera una dependencia de los personajes, sobre todo. Cuando puse el punto y final me emocioné mucho por un lado, porque no pensé que la fuera a terminar nunca -porque me pasaron una serie de cosas mientras la escribía-, es lo que pasa con las novelas, envejecen contigo, enferman contigo, se alegran contigo, así que no lo podía creer, mucho antes de la publicación o del premio, simplemente el haber terminado el libro, pero por otra parte pensé ¿y ahora con quién voy a estar? Porque fue como perder una familia entera, los personajes de pronto se fueron con la música a otra parte.

– ¿Te quedaste solo y empezaste a hacer el trabajo para buscar la publicación?

– Claro, porque el trámite de publicar un libro más allá de que se pueda hacer en mejores o peores condiciones, o de que puedas tener la suerte de que te toque un premio; uno trata de publicar el libro para poder escribir otro, hasta que el libro no se publica uno no se resetea, entonces la utilidad de publicar un libro es quedarse con las manos vacías. Un libro inédito en el cajón es algo pendiente y ese algo pendiente de cierto modo te impide pensar absolutamente en la otra historia. De hecho en este momento tengo ganas de sentarme a escribir otra.

– ¿Tienes ya la historia?

– Ya la tengo en mente, lo cual es mucho decir, porque escribir tiene mucho más que ver con la acción cotidiana del día a día que con  imaginar esa historia, muchas de las mejores ideas surgen mientras estás escribiendo, entonces yo creo mucho en la acción de la escritura, no sólo como mecanismo obviamente de escitura de libros sino como mecanismo de producción de ideas, creo que las ideas te sobrevienen escribiendo, pero bueno voy tomando notas, tratando de imaginar a los personajes y estoy deseando terminar la gira (promoción de El viajero del siglo) para poder sentarme a escribirla.
Karelia Alba

ACERCA DEL AUTOR


Andrés Neuman nació en 1977 en Buenos Aires, ciudad donde pasó su infancia. Hijo de una familia de músicos emigrantes, terminó de criarse en Granada, en cuya universidad fue profesor de literatura hispanoamericana. Actualmente es columnista en el suplemento cultural del diario Abc, en la revista Ñ del diario Clarín, en el diario Ideal de Granada y en Sur de Málaga. A iniciativa del Hay Festival, mediante la votación Bogotá-39, fue elegido como uno de los mejores nuevos autores nacidos en Latinoamérica.

Los lectores presentan El viajero del siglo, hoy, 19:30 horas. Salón 1, planta baja

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