Jueves, 25 de Abril 2024

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Un sábado de junio

Por: María Palomar

Un sábado de junio

Un sábado de junio

Muchas felicidades a Jorge Esquinca por el merecidísimo Premio Jalisco, al cual honra, y larga vida para él y su poesía. Los lectores que han seguido su trayectoria a lo largo de las décadas (desde los años itesianos y el taller de Nandino a la fecha) vieron cómo se iban afirmando una voz y una mirada hondamente personales, amables y sensibles, de registros amplios y cuidados matices. Hay que aplaudir que se reconozca su obra como uno de nuestros mejores poetas vivos, sin olvidar su largo trabajo como traductor y promotor cultural (siempre se recordarán sus muy productivos años al frente de la Joseluisa). Alegra esta luz el panorama más bien sombrío de la República (la de las letras y la otra). Este sábado 15, Reforma publica una breve nota donde Jorge, muy atinadamente, aprovecha para denunciar y lamentar que la poca atención que se presta en México a la cultura vaya ahora empeorando a pasos agigantados.

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Este mismo sábado los medios anuncian la muerte del gran y longevo Franco Zeffirelli, nacido en Florencia en 1923. En una carrera de más de sesenta años, Zeffirelli actuó en varias películas, una de ellas de Visconti, de quien luego fue asistente y a quien atribuía su carrera, pues de joven quería ser arquitecto. Tuvo una obra extraordinariamente prolífica, realizada en distintos países, como director de cine, televisión, teatro y ópera. Gracias a él, cantantes como María Callas y Joan Sutherland gozaron de una popularidad universal. Exquisito diseñador, fue asistente de Salvador Dalí en la producción de Como queráis de Visconti (donde el primer cometido de Zeffirelli fue disuadir a Dalí de usar cabras vivas en el escenario). Llevó su devoción estética a todas sus producciones. Además de su pasión por la ópera (su abuelo había sido director de orquesta), el otro gran amor de Zeffirelli fue la obra de Shakespeare, a quien leyó de niño y nunca abandonó: entre sus películas están La fierecilla domada, Hamlet, Romeo y Julieta y Otelo.

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Primera misa en Notre Dame, exactamente dos meses después del incendio del 15 de abril. Curiosísima procesión del Cabildo y capellanes siguiendo a Monseñor Aupetit, Arzobispo de París: todos de ornamentos blancos y con casco de obreros a juego (condición que pusieron los jefes de seguridad). Los responsables de las obras de rehabilitación dieron permiso de que unas pocas decenas de personas (todas con cascos, claro) estuvieran presentes en la celebración del aniversario de la consagración de Notre Dame (su cumpleaños oficial, pues) en la capilla del ábside. El resto del mundo lo pudo (y lo puede) ver por los medios de comunicación.* Monseñor Aupetit dio gracias por el regreso de su catedral a su función primordial. Se cantó el Salmo 83:

Dichosos los que viven en tu casa...

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;

la golondrina, un nido donde poner a sus polluelos:

tus altares, Señor de los ejércitos...

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