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Seis tardes de toros en Madrid…

Por: Patricio Fernández Cortina

Seis tardes de toros en Madrid…

Seis tardes de toros en Madrid…

Parte V

Miércoles 29 de mayo de 2019. Hace 100 años, Rodolfo Gaona lidió al toro “Barrenero” en la presentación en esta villa de la ganadería de Albaserrada. Cuentan que en aquella ocasión el toro se le fue vivo al diestro mexicano. Hoy, después de 100 años, la Plaza de Las Ventas lució llena para presenciar la segunda corrida de las llamadas “duras”, del encaste Albaserrada, cuyo turno correspondió a la ganadería de Victorino Martín. Los toros de esa ganadería, al igual que los Escolar y Adolfo Martín, no son precisamente aptos para el toreo moderno, no son toros “artistas”, sino más bien duros, con genio, pues provienen del encaste original y puro de la raza del toro bravo. Son toros que buscan, y muchas veces encuentran, al torero.

Por la mañana conversé con el matador Emilio de Justo en el hotel Wellington, sede habitual de los toreros, y me decía que le preocupaba el viento que había estado soplando sobre Madrid por estos días, “porque a estos toros hay que torearlos con la muleta en la cara y muy justa”. De otro modo, en cuanto el hombre queda descubierto por el viento que mueve la tela, lo ataca el animal.

La tarde comenzó con la pinta del hierro de la ganadería de Victorino Martín, en el centro del ruedo, tal como el día anterior se había pintado el de José Escolar, y hoy seguramente se hará lo propio con el de Adolfo Martín. Llegó el rey emérito Don Juan Carlos, que ocupó su lugar entre aplausos del público, y se hizo el silencio para que comenzara la corrida.

Octavio Chacón es un torero de mucho valor, y también un gran lidiador. Ayer tuvo que mostrar sus dotes para lidiar. El primer toro, que embestía en los lances haciendo surcos con el hocico en la arena, y que peleó con fuerza y de largo en el caballo, hizo un derrote alcanzando la cara del torero, y luego, con la muleta, rebañaba después de dos pases para buscar cornear al torero. El segundo toro fue aún más complicado, pues a pesar de que logró bajarle la mano para que embistiera, de inmediato éste se volvía sobre el torero. Los dos toros fueron aplaudidos en el arrastre, pero Octavio Chacón no obtuvo ningún trofeo.

Daniel Luque tuvo la participación más discreta, no por falta de ganas, sino porque el primero de sus toros fue débil, acudió sin codicia al caballo, estuvo inválido en la faena y pasaba en el embroque con la cabeza en alto, sin transmitir nada a los tendidos. El segundo toro desarrolló tanto sentido, que la faena fue más bien un acto continuo de defensa del torero. El primer toro fue aplaudido, y el matador tuvo salida al tercio dividida, y con el segundo hubo silencio.

El gran triunfador de la tarde fue Emilio de Justo (foto). Si bien su primer toro fue para el olvido, con el segundo forjó una faena a base de arte y valor. La alegría volvió a los tendidos con las verónicas, y la extraordinaria brega de un subalterno de su cuadrilla que se salvó de ser corneado. Esto despertó al público adormilado. La expectación y el arte se fundieron, toreando el matador en los medios por naturales, lentísimos, henchidos de belleza, seguidos de un derechazo pausado y con ritmo, concluyendo con el de pecho que dio salida a la gloria del toro, y del torero. La oreja fue pedida por aclamación, en justa retribución de los tendidos al torero.

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