Domingo, 19 de Octubre 2025

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Argumento para una rebelión

Por: Augusto Chacón

Argumento para una rebelión

Argumento para una rebelión

En un libro con sus aforismos, el filósofo Jorge Wagensberg asienta: “conversar es el mejor entrenamiento que puede tener un ser humano para navegar por la incertidumbre”, no para evadirla, para estar en ella y transitarla. Si en soledad la enfrentamos, posiblemente nos convierta en náufragos. La dedicatoria del libro reza “a Diego”, lo felicita por su arribo al mundo: “¡que su incertidumbre te sea favorable!” La incertidumbre del mundo. Resulta un tanto raro considerar que la incertidumbre pueda ser favorable, hemos formado civilizaciones que han matado por imponer sus certezas y cada cual busca seguridades en todo. Pero consideremos que líderes religiosos, políticos, económicos, han rehuido históricamente incurrir en el coloquialismo: vamos platicando; es decir: naveguemos juntos el Mare Nostrum de la incertidumbre. Según una razón fraseada al modo de las matemáticas: certidumbre más incertidumbre produce incertidumbre, por esto los políticos son impermeables al diálogo, a la puesta en común que produce preguntas. El mismo Wagensberg propone: “preguntar es rebelarse, responder es adaptarse”.

Rebelarse es resistir y hoy es imprescindible: los controles del poder están diluidos. Rebelarnos, sublevarnos: faltar a la obediencia que, en su versión extrema, es una forma perniciosa de certidumbre: obedecer lo que alguien ajeno a nosotros quiere que hagamos, y hacerlo. No es un llamado a las armas, resistir democráticamente, tomo una acepción del modo democrático: de tal forma que participen todos los miembros de un grupo, de una asociación, etc., en la toma de decisiones. Además, circunscribir la resistencia a un orden enmarcado en las leyes, así sea en sus márgenes extremos, ésas que los antidemocráticos y codiciosos de poder o dinero (generalmente de ambos), han trastocado y violado para imponer sus certidumbres.

Me valí de un término de abolengo moral: codicia. Para las ciencias sociales el poder es una cosa más de su ámbito; la codicia, su contención, queda en la esfera de las religiones y en la de las familias, especie de reparto de responsabilidades: la ciencia política define, estudia, disecciona al poder (la psiquiatría y las ciencias penales atienden a las y a los poderosos) desde el supuesto de que la formación moral de los sujetos recae principalmente en la religión, si con convicción profesan alguna, y en complicidad con la familia que les haya tocado en suerte, o en esta última sola, si es el caso. Nomás que fortalecer controles al poder, en las actuales circunstancias, y con énfasis en formar una resistencia democrática ante el embate del autoritarismo, invita a tender puentes hacia la vertiente de la moral: el embate a la democracia tiene su combustible en la codicia.

Las evidencias recientes en México revelan otra causa del autoritarismo que también podemos colocar en el estanco de lo moralmente penado: la venganza, la que ejercen quienes, aupados al poder público, voltean al pasado y hacen un listado, íntimo o público, por sus complejos y desde su resentimiento, de las afrentas recibidas, y la llevan al polo político: aniquilan instituciones por acabar con el mal que consideran recibieron. Y se cierra el círculo: la codicia y la venganza son mejor servidas con el poder en mano, y más si éste no puede ser acotado por controles que deberían prevenir que taras morales personales se conviertan en armas, literalmente, para gobernar, además con afán de perpetuidad: la codicia, la venganza y el poder se disfrutan mejor si su perspectiva es de largo plazo.

Es necesario poner vallas que mentamos controles democráticos cuando atañen a las personas en un cargo público, cuyas actitudes y motivaciones distorsionan los fines sociales de un gobierno, vallas que el poder mismo dinamita por más cimentadas que estén en la Constitución y en las leyes complementarias: las internas, contrapesarse entre los poderes; las jurídicas: tribunales, amparos, revisiones constitucionales; las políticas: partidos independientes, elecciones libres y creíbles. Queda aún el control externo: la sociedad civil, la academia, los medios de comunicación, la opinión pública, los organismos internacionales que, no obstante, plantados ante el poder y sus compinches, la codicia y la venganza, luchan contra un Goliat que se ostenta cínico, inmune.

Sin embargo, hay que resistir con la estrategia de las guerrillas, perdón por la analogía de guerra: sembrar minas (metafóricas), que hagan tambalear al poder, marchas, protestas, reuniones vecinales, publicaciones, exigencias. Minas como instrumentos para recordar a las y los poderosos que hay vida más allá de sus ansias por imponer sus certidumbres; esa vida que prefieren ignorar, la que muchas, muchos anhelan sea regida por normas de la democracia. Resistencia inteligente: no únicamente pregona conceptos, pone en evidencia lo que perdemos al entregar mansamente un poder librado de controles, para la libertad, para la igualdad y para los derechos, por ejemplo, a medicinas, al agua, a una alimentación adecuada. Sin controles democráticos recibimos placebos, cuelgas bimestrales que no alcanzan para curar una enfermedad, para comer sanamente, si acaso, por lo que acaba de aprobar el Congreso de la Unión, para pagar el incremento en los impuestos, y de paso: todo lo que se apellida Bienestar no es suficiente para vivir seguros o, a escala estatal, los vales de Yo Jalisco Apoyo para el Transporte Público no es suficiente para volver a este último digno y eficiente.

Preguntar es sublevarse: la democracia que pregonan los gobernantes, en México, en Jalisco ¿es real? La merma del capital social, la desconfianza rampante, es consecuencia de la democracia socavada por los poderosos y sus secuaces, por codiciosos y vengativos (no faltan los ignorantes). Lo dicho: sublevarse y resistir no hará que la incertidumbre cesé, pero navegarla en comunidad la volverá fértil, humanamente fértil; si algo los incomoda es la posibilidad de que las personas conversen entre ellas y se pregunten mutuamente y los interpelen, basta observar a dónde han llevado la calidad de la educación y la presión que hacen a los medios de comunicación. Las personas, la sociedad en diálogo sin la “guía” de los gobernantes, equivale a untar a Superman de kriptonita.

agustino20@gmail.com

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