Domingo, 19 de Octubre 2025

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Ruth y Ohtani: la grandeza no tiene época

Por: Salvador Cosío Gaona

Ruth y Ohtani: la grandeza no tiene época

Ruth y Ohtani: la grandeza no tiene época

Se dijo y se sigue diciendo que el “Bambino de Oro”, Babe Ruth -George Herman Ruth, para decirlo completo y con el respeto que merece la historia-, fue y es incomparable. Quienes amamos el rey de los deportes lo tenemos como referencia obligada: ídolo, mito, símbolo eterno del beisbol. Un ser humano irrepetible que conjugó virtudes, excesos y una pasión desbordada por el juego. En la época más romántica del beisbol, cuando los pitchers bateaban y los relevos eran escasos, Ruth brilló tanto desde la loma como desde la caja de bateo, fenómeno dual que nadie se atrevió a imitar por casi un siglo.

Hoy, en el beisbol moderno -más científico y estratégico, pero con menos alma- ha emergido un nuevo prodigio: Shohei Ohtani, el japonés que desafía toda lógica y que ha revivido la memoria del mítico Bambino. En tiempos donde los abridores rara vez completan siete entradas y los equipos dependen del bullpen, Ohtani lanza con dominio quirúrgico y luego batea con poder devastador. No hay precedente reciente de un jugador capaz de dominar ambos terrenos a tan alto nivel.

Ohtani no solo participa, domina. Ha ganado juegos desde la loma con autoridad y liderado ofensivas con jonrones descomunales. Su desempeño no responde a la estadística ni al cálculo: es talento puro, disciplina y pasión. Como decía el gran Vin Scully, “es magia pura disfrazada de esfuerzo”. Y es justamente esa magia, mezclada con humildad y carisma, la que lo ha convertido en un fenómeno universal que trasciende idiomas y fronteras. No es solo el mejor jugador del mundo, es un embajador del juego, un símbolo de superación, de resiliencia, de excelencia y respeto. Ha superado lesiones que habrían puesto fin a la carrera de muchos, regresando siempre más fuerte, más completo y más comprometido con su equipo y con el beisbol mismo. 

Los Dodgers de Los Ángeles, con Ohtani como estandarte, viven una nueva era. El equipo angelino se sacudió la irregularidad y en esta postemporada ha sido implacable. Barrer a los Cerveceros de Milwaukee -favoritos por su temporada regular y por abrir en casa- no fue casualidad. Fue una exhibición de fuerza, carácter y liderazgo. Ohtani pegó tres cuadrangulares, uno literalmente “para la calle”, y lanzó más de seis entradas con diez ponches, logrando una hazaña inédita: ganar un juego y conectar tres jonrones en una misma serie de postemporada. Al término del encuentro, el propio manager de Milwaukee, Pat Murphy, reconoció sin reservas la magnitud de lo ocurrido: “Esta noche fuimos parte de una actuación icónica, quizás la mejor actuación individual de la historia en un partido de postemporada. No creo que nadie pueda discutirlo.” Palabras que resumen, con humildad y admiración, lo que todos vieron: un despliegue de talento que rozó lo sobrenatural.

El propio Magic Johnson, copropietario del equipo, lo resumió con entusiasmo: “Ohtani está haciendo magia en Los Ángeles”. Y tiene razón. Su actuación ha inspirado a un equipo que se reencuentra con su mejor versión, listo para disputar su segunda Serie Mundial consecutiva y buscar el bicampeonato. En un vestidor donde abundan las estrellas, Ohtani ha logrado algo más difícil que los números: ganarse el respeto y la admiración de todos, ser el alma del conjunto, el punto de equilibrio que transforma la energía del grupo en resultados.

Comparar a Ohtani con Babe Ruth no es exageración, sino reconocimiento. Son épocas distintas, reglas distintas y exigencias diferentes, pero los une el mismo hilo: talento y amor genuino por el beisbol. Ruth lo hizo en un tiempo de viajes en tren y guantes duros; Ohtani lo hace en la era de los radares, los contratos millonarios y las redes sociales, pero ambos dominan el juego con un magnetismo natural que inspira a generaciones.

Algunos intentan restarle mérito: que si las pelotas vuelan más, que si el pitcheo moderno está medido, que si el beisbol ha cambiado. Excusas. Ohtani está haciendo historia ante nuestros ojos, y negarlo sería tan absurdo como haber negado al genio de Ruth en los años veinte.

Mientras tanto, los Dodgers están “a punto de turrón”, listos para disputar una nueva Serie Mundial. Su equilibrio entre juventud y experiencia, técnica y pasión, los hace favoritos. Y al centro de todo está Ohtani, con su número 17 brillando como un faro que ilumina una era.

El beisbol vive de símbolos, y Ohtani se ha convertido en uno. Representa la síntesis del pasado glorioso y el futuro posible. Es la prueba de que aún caben héroes auténticos en un mundo saturado de algoritmos.

Quizá nunca haya otro Babe Ruth. Pero tampoco habrá otro Shohei Ohtani. Ambos elevaron el beisbol a la categoría de arte y nos recordaron que, mientras la pelota siga volando, el espíritu del juego seguirá intacto, eterno, glorioso… como el Bambino de Oro, y como el nuevo que hoy lo honra.

opinión.salcosga@hotmail.com


 

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