Lunes, 20 de Mayo 2024

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Pasmo social ante la barbarie

Por: Rubén Martín

Pasmo social ante la barbarie

Pasmo social ante la barbarie

Hoy se cumple una semana que Roberto Olmeda Cuéllar de 20 años; Jaime Adolfo Martínez Miranda, de 21; Diego Lara Santoyo, 20; Uriel Galván, 20, y Dante Hernández, de 22 desaparecieron en El Mirador de Lagos de Moreno.

Las cinco familias víctimas, se movilizaron rápidamente para buscar a sus hijos. El sábado pusieron las denuncias, los buscaron en los lugares conocidos y el domingo protestaron en un estadio donde se jugaba un partido de futbol. Ahí obligaron al alcalde de Lagos de Moreno a escucharlos y exigirle que buscara a sus hijos. Tras este reclamo la Fiscalía del Estado comenzó la búsqueda de los cinco jóvenes.

Al día siguiente ocurrió algo trágico. Por la noche, mientras unos familiares entraron a la Fiscalía a exigir información sobre sus hijos, afuera otros familiares comenzaron a recibir en mensajes una foto y un video. La foto confirma a los cinco jóvenes detenidos, vendados, amarrados de manos y golpeados. El video tiene un contenido indescriptible y violento. Lamentablemente es testimonio de una barbarie que estamos padeciendo tanto en Jalisco como en el país.

Todos coincidimos que el caso de la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno es un hecho muy grave que confirma el contexto de guerra informal que vivimos en México, una guerra que el Estado no reconoce como tal y por lo tanto no la enfrenta como exige la situación. 

Pero la extrema violencia asociada a la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno indica algo más allá de una violencia asociada simplemente a un robo, a una venganza entre grupos, a una acción de privar de la libertad a inocentes para usarlos como carne de cañón en las batallas entre grupos criminales. Ya no se asesina sólo para causar una baja. Se asesina con calidades de violencia desmesuradas, intencionadas para generar mensajes de terror, de miedo, de parálisis, de ausencia de voluntad. 

Estamos viviendo en la barbarie en el país, hay una total falta de civilidad, de comunalidad. Vivimos en un estado de fiereza y crueldad, como define la RAE. Claramente el Estado mexicano, en sus tres niveles, y en todos los colores del espectro partidario, no sólo han fallado. Han sido omisos y cómplices de esta situación de violencia extremadamente cruel que estamos viviendo. 

Lo que me sorprende es que desde la sociedad no hayamos sido capaces de dar una respuesta social y política a este que es el principal desafío que enfrentamos hoy por hoy: vivir cada día sin correr el riesgo de ser desaparecidos, asesinados, descuartizados y enterrados en una fosa clandestina.

Según algunos, lo que ocurrió en Lagos de Moreno son desafíos inéditos, pero no es así. Justo hace diez años, en julio de 2013, seis jóvenes y un adulto fueron desaparecidos también en Lagos de Moreno. Sus restos fueron encontrados calcinados. Esa desaparición logró movilizar a la sociedad laguense y tapatía. Un año después ocurrió la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, un episodio que desató intensas movilizaciones sociales en todo el país y en el extranjero. Pero la violencia organizada continuó. En marzo de 2018 desaparecieron tres estudiantes de cine en Tonalá, y este hecho detonó una gran movilización social, especialmente de jóvenes y estudiantes. 

Hoy ante la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno, parece que socialmente no hay una respuesta desde la sociedad del tamaño que requeriría responder a esa tragedia. Es un hecho de gran envergadura que demandaría una intensa movilización social para acompañar a las familias, para exigir al gobierno que haga su trabajo, que detenga a los perpetradores, que ponga fin a la impunidad y a las cadenas de complicidad entre crimen y aparato de gobierno, y que por fin terminen las desapariciones. Conseguir eso requiere una gran movilización social, pero hasta ahora no hemos sido capaces de llevarla a cabo. Parece imperar el miedo, el temor. 

Parece imponerse la apatía, la resignación o la normalización ante esta violencia irracional. Vivimos como pasmados, sin saber bien a bien qué hacer. Rossana Reguillo dice, y coincido, que parece que hay “ausencia de voluntad de pelear”, como sí se hizo en 2014 tras la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Ojalá nos equivoquemos y que esa voluntad de pelear surja, aunque sea de a poco, lentamente. Ayer por la noche se convocó en Lagos de Moreno a una Marcha del Silencio para honrar a los cinco jóvenes desaparecidos. Ojalá sea masiva y poderosa y sea el inicio de un ciclo de pelea, de lucha y de movilizaciones que necesitamos para poner fin a la barbarie en Jalisco y en el país. 

rubenmartinmartin@gmail.com

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