Jueves, 02 de Mayo 2024

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Pasado, presente y futuro

Por: Diego Petersen

Pasado, presente y futuro

Pasado, presente y futuro

¿Pasado, presente o futuro? Los candidatos a la Presidencia de la República se han ido acomodando cada vez más en esta línea discursiva: Andrés habla continuamente de lo que fuimos y hemos dejado de ser; Ricardo Anaya quiere posicionarse como el hombre del futuro y el discurso de José Antonio Meade está en el presente, se presenta como el hombre pragmático, el que sabe lo que hay que hacer aquí y ahora. (Margarita, por si alguien lo pregunta, se quedó en el “hubiera”).

La estrategia de Meade es quizá la más aterrizada, sus propuestas siempre están relacionadas con datos de la realidad y soluciones posibles para el México presente. Podemos decir, sin duda, que es el mejor funcionario público de los tres, pero también el menos político. El problema es que el presente en México no goza de buena reputación. Podríamos discutirlo, como ha tratado de hacerlo el Gobierno de la República con sus spots de “hagamos bien las cuentas”, pero sirve de poco cuando el malestar con el presente se ha instaurado.

El pasado tiene una gran virtud, y es que éste siempre fue mejor, entre otras cosas porque la memoria se encarga de borrar lo que no nos gustó tanto

La estrategia del candidato del Frente, Ricardo Anaya, para competir con López Obrador ha sido colocarse como el México del futuro. A primera vista hasta parece una buena estrategia, el problema está en que el futuro es por definición inasible, mientras que el pasado es concreto, claro y, sobre todo, idealizado. El discurso de un futuro mejor, que es siempre quimérico, funciona muy bien, cuando se apela a las emociones, porque el futuro es siempre una ilusión que conlleva riesgos. Vender futuro en una campaña requiere no solo de un personaje que tenga visión, sino de un gran vendedor de ilusiones. Anaya tiene quizás el discurso correcto, pero en el tono equivocado: no se pueden vender quimeras en lenguaje burocrático o de políticas públicas. El futuro es por definición una ciencia ficción y hay que venderlo como novela de aventuras.

El pasado tiene una gran virtud, y es que éste siempre fue mejor, entre otras cosas porque la memoria se encarga de borrar lo que no nos gustó tanto. La mayoría pensamos, por ejemplo, que la ciudad en la que vivimos hace años era mejor que la de ahora, aunque claramente no sea cierto, nuestros recuerdos felices están anclados en aquella. Cuando se pierde la esperanza en el presente y el futuro se presenta amenazador, la añoranza del pasado es lo único concreto y se convierte en el futuro deseado. Ninguna frase sintetiza mejor este sentimiento como la de “estábamos mejor cuando estábamos peor”. Ahí, en la añoranza, se ha colocado con eficiencia el discurso de López Obrador: vamos a recuperar ese México que se nos fue y que dejó de ser por culpa de la mafia en el poder. 

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