Viernes, 19 de Abril 2024

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Para entender el discurso del presidente

Por: Mario Luis Fuentes

Para entender el discurso del presidente

Para entender el discurso del presidente

En su mensaje que dio ayer al país, el presidente de la República llevó a cabo un recuento administrativo de las acciones que ha implementado en los poco más de 15 meses que tiene como titular del Ejecutivo federal; y también un listado de nuevas acciones que habrá de implementar su gobierno a partir de hoy, para enfrentar a la epidemia del coronavirus, y también para reactivar la economía nacional.

El mensaje fue para la mayoría desconcertante, pues se esperaba el anuncio de una nueva estrategia general de gobierno, que modificara los criterios de las variables macroeconómicas (incrementar la deuda pública para reactivar la inversión, y elevar el margen del déficit primario, por ejemplo); y que por otra parte lanzara una propuesta sustentada en una nueva lógica de inversión productiva del Estado.

¿Por qué no lo hizo? La clave para comprenderlo está en su propio discurso. El presidente está convencido de que la crisis generada por el COVID-19 es transitoria; que una vez que pase la emergencia sanitaria volveremos a una normalidad “suspendida”, y que con base en su proyecto original de gobierno podremos salir adelante como país.

Si algo debe reconocerse es que la narrativa del presidente es consistente y congruente consigo misma, pues en su mensaje reiteró en repetidas ocasiones que es combatiendo a la corrupción, poniendo primero a los pobres y generando pleno empleo, como se va a lograr el bienestar generalizado en México, todo ello sustentado en principios y valores morales, a los que el Ejecutivo les asigna una relevancia primordial. 

Frente al optimismo declarado del presidente, en las últimas semanas se han presentado diferentes documentos en los que se plantean alternativas; se proponen acciones viables y se presentan rutas transitables para la reactivación económica, la reducción de las desigualdades y un quiebre estructural en las condiciones estructurales de reproducción de la pobreza en nuestro país.

Lo que se esperaba del mensaje del día de ayer era una convocatoria a la nación; a un diálogo fructífero entre las diferencias, porque es momento de aprovechar la experiencia de todas y todos y las mejores capacidades de las mejores mujeres y hombres que tienen vocación de patria en México, y que por fortuna son muchos.

En lugar de ello, el presidente dobló la apuesta. Anunció que la austeridad no sólo va a continuar, sino que se va a profundizar; que recortará aún más los salarios de sus “altos funcionarios”; que incrementará el presupuesto de los programas sociales; se incrementará el número de créditos, hipotecarios y personales; en resumen: hacer más de lo mismo que se ha venido haciendo, porque, debe insistirse, en su visión de la realidad, el escenario después de la epidemia seguirá siendo el mismo en el que ganó la elección y tomó posesión de su cargo.

Lo que vimos fue a un presidente convencido de que su visión de la realidad es la acertada; renuente a percibir o al menos a aceptar como posible que las coordenadas de México en el mundo han cambiado; pero que la realidad de nuestro país también será radicalmente distinta en su vida interna una vez que termine la pesadilla que ha generado la pandemia del COVID-19. 

El presidente afirmó en su mensaje que “ya rompió el molde”; que no habrá ninguna vuelta al pasado. Pero es difícil pensar que realmente alguien exija el retorno a un modelo económico y de desarrollo que excluye a millones y que concentra la riqueza en unas cuantas manos.

Lo que sí queremos la mayoría es un cambio estructural para el país; un quiebre de la desigualdad; la erradicación de la pobreza. No ver al pasado sino diseñar un nuevo futuro de prosperidad para la nación; pero ello implica otra lógica de gobierno; una política económica audaz y agresiva; y una nueva democracia incluyente y promotora del entendimiento en la pluralidad y diversidad que nos caracteriza.

No es bueno para la República un hombre solo en medio del patio central del Palacio Nacional. Se requiere a un país convencido y con una visión compartida de futuro. Y eso sólo se construye con diálogo y más diálogo; y eso hoy está fracturado.
 

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