Viernes, 19 de Abril 2024

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Luces rojas

Por: Gabriela Aguilar

Luces rojas

Luces rojas

¿Qué tan hábiles podemos ser para identificar una bandera roja en una relación personal, laboral o simplemente como una alerta que llega a nuestra vida sin tener -aparentemente- un vínculo directo?

Mientras el foco mediático en desapariciones y feminicidios pasó de Jalisco a Nuevo León en semanas recientes, la problemática permanece en casa. El caso de Guadalupe Juárez, quien desapareció el pasado 5 de mayo cuando salió de su domicilio en el fraccionamiento Los Molinos, en Zapopan, para realizarse unos estudios en el Hospital Ayala, en el Centro de Guadalajara, llamó mi atención por las alertas previas que había y ponían en riesgo su integridad de acuerdo con información de su familia. El desenlace: feminicidio. La encontraron un par de días después en una brecha a escasos cinco kilómetros del lugar donde vivía.

En el caso de Guadalupe, como en otros feminicidios pendientes de esclarecerse, no hay detenidos todavía; sin embargo, a diferencia de muchos otros, en éste hubo una bandera roja latente: durante meses recibió amenazas vía telefónica por haber sido -presuntamente- aval de un hombre a quien la familia no reconoce. Quien la llamaba le exigía información para localizarlo y saldar la deuda. La amenaza en sí misma, se identificara o no al sujeto en cuestión, debería ser motivo de denuncia y abrir una investigación, ya que al parecer las amenazas estaban dirigidas a quien anteriormente era propietario de la línea telefónica que había recibido Guadalupe, una condición de por sí extraña cuando la comunicación móvil se puede adquirir en cualquier esquina. Una bandera roja a todas luces que se prolongó durante meses.

Es así como una alerta podría indicarnos el peligro disfrazado de extorsión telefónica, que en el país registró el año pasado nueve mil 407 casos y sólo en Jalisco reportó cerca de 600 de ellos. Las luces rojas también se encienden cuando las amenazas surgen en caso de no acceder a una petición, cualquiera que sea, o cuando se identifican agentes extraños al entorno: personas o vehículos ajenos a nuestro ambiente recurrentemente. Vivimos en “modo alerta”, por nosotros y por los nuestros, y ninguna señal está de más.

Lamentablemente una vez que se trata de esclarecer un feminicidio o rastrear a un responsable, el rompecabezas parece imposible de armar, pero ¿habríamos decodificado la narrativa de los acontecimientos si hubiéramos identificado esas banderas rojas en el discurso? Tal vez… o tal vez no. Pero actuar a tiempo podría haber hecho la diferencia.

Lo tenemos claro luego de seguimientos exhaustivos como en el caso del feminicidio de Debanhi Escobar, en Nuevo León, que tras un mes de tratar de reconstruir los hechos para encontrar al responsable las autoridades siguen sin respuesta. La disección de horas de grabaciones en cámaras de seguridad, llamadas, mensajes, entrevistas, recorridos e imágenes por todos conocidas analizadas cuadro por cuadro y milímetro por milímetro no han podido dar con la pieza que falta en ese rompecabezas. Sin embargo, sin toda la artillería de la Fiscalía de Nuevo León fue posible localizar a María Fernanda, lamentablemente sin vida, así como a su presunto feminicida días después de su hallazgo, en gran medida por la activa participación de la familia. Así como en el caso de Yolanda Martínez.

Con dicho antecedente, ¿qué se puede esperar de todos esos feminicidios y esas mujeres desaparecidas que no tienen de su lado la presión mediática? Quizá volver los pasos atrás y analizar las amenazas telefónicas podría ayudarle a la familia de Guadalupe para encontrar al responsable de su feminicidio y concluir el rompecabezas.

puntociego@mail.com

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