Jueves, 28 de Marzo 2024

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La lucha por la memoria

Por: Diego Petersen

La lucha por la memoria

La lucha por la memoria

La desafortunada declaración que le costó el puesto a Pedro Salmerón al frente del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México puso sobre la mesa una herida aún no cerrada en nuestro país: los movimientos guerrilleros de los años setenta. En las dos partes hay muertes injustas y absurdas que lamentar, agravios que denunciar y sobre todo muchas zonas oscuras de información por explorar. Los guerrilleros reclaman una guerra sucia, pues en la persecución de los delitos que sí cometieron hubo todo tipo de abusos, torturas e incluso ejecuciones extrajudiciales. Las víctimas y sus familias nunca olvidarán las arbitrarias acciones de la guerrilla.

Si algo no tuvo el asesinato de Gaza Sada fue el más mínimo asomo de valentía. De acuerdo con las versiones internas de la propia Liga 23 de septiembre, fue un error, el producto de la inexperiencia de jóvenes que lo que buscaban era secuestrar al empresario regiomontano y no esperaban que el escolta respondiera con fuego la agresión. En el tiroteo murieron, además del empresario, su chofer, su escolta y dos guerrilleros. Otras versiones más conspicuas apuntan que la Liga estuvo infiltrada desde su nacimiento por el gobierno de Luis Echeverría y que el asesinato del empresario regiomontano, así como el de Fernando Aranguren en Guadalajara tres semanas después, no habrían sido producto de un error, sino de la instrumentación por parte del Estado del grupo guerrillero para quitar del camino a dos empresarios incómodos al régimen. El hecho de que los autores materiales de los asesinatos hayan sobrevivido a la llamada guerra sucia y luego hubiesen sido beneficiados de la amnistía abona a esta hipótesis, pero no deja de ser una especulación.

La lucha por la memoria es parte del ejercicio del poder. Si de algo tenemos que huir es de la historia oficial

¿Tiene sentido a estas alturas investigar sobre los movimientos guerrilleros? Por supuesto que sí, pero no para reabrir enconos o fabricar mártires, sino para saber qué pasó. Es una historia llena de grises, de matices, de malas decisiones, de contextos complejos e historias y opciones personales. Reescribir la historia es siempre una de las mayores tentaciones del poder y parte fundamental del ejercicio de éste. No es gratuito que la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, esté al frente de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México; la huella de un régimen permanece en la forma de leer la historia.

La lucha por la memoria es parte del ejercicio del poder. Por lo mismo, si de algo tenemos que huir es de la historia oficial. No se trata de desbaratar una visión para imponer otra. En democracia la historia no es un catecismo sino la reconstrucción permanente, inacabada y siempre mejorable de nuestro pasado, el gozoso y el doloroso. 

(diego.petersen@informador.com.mx)

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