Viernes, 19 de Abril 2024

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La "indestructible" fiesta brava

Por: Ricardo Sotelo

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La "indestructible" fiesta brava

El pasado 10 de junio, el juez federal Jonathan Bass ordenó la suspensión definitiva de la fiesta brava. Esto tras el amparo que interpuso la asociación civil “Justicia justa” con el argumento de ser un “espectáculo denigrante” y “en clara afectación al medio ambiente”.

El tema que se había mantenido fuera de los juzgados por fin se ejecutó a nivel judicial.

Sabemos que este movimiento en contra del toreo no es nuevo. Basta con googlear en el ciber-espacio para encontrarse con iniciativas e incluso fondos que financian (sin auditorias) cruzadas que tienen como único objetivo su proscripción de la fiesta brava ante la ley.

Entre las campañas más conocidas se encuentran las del CAS International de los Países Bajos en Europa y las promovidas por el Partido Verde Ecologista de México.

Empero, esta no es la primera vez que en nuestro país se da un golpe bajo a esta tradición centenaria. Tal vez por la poca memoria histórica y el hecho de canalizar problemas externos en la sociedad es que se utiliza como “chivo expiatorio” a los toros.

Pero, ¿sabrán los antitaurinos que la prohibición de las corridas de toros traería como consecuencia un irremediable retorno?

En la época de Benito Juárez como presidente de México, las corridas fueron prohibidas en un acto totalitario y sin recurso alguno de disputar en los juzgados su legítimo derecho a prórroga. Fue el general Porfirio Díaz, quien una vez en el poder y a petición popular devolvió su libertad al ruedo mexicano del siglo XIX.

Algunas décadas después, Venustiano Carranza volvió a darle una estocada casi mortal a la fiesta con otra prohibición, aunque esta parecía terminante al incluir vetos y hasta fuertes castigos a quienes revocaran la ley. Pero ni el factor punitivo del ejecutivo federal privó a la sociedad de volver a presenciar las faenas una vez derrocado el Presidente. Buena parte del feliz retorno de la tauromaquia se debe al espíritu incluyente y a las huestes patrióticas del “Centauro del norte”, Francisco Villa.

Lo expuesto aquí no es un invento de la imaginación de su servidor. Se trata de la historia real y escrita por los personajes que han pasado por la escena política del país, misma que demuestra que la tauromaquia es más fuerte de lo que se piensa.

Cierto es que ha disminuido la afición y quizás hoy el toreo recibe más ataques que en el pasado. Pero tampoco podemos negar que la polémica nunca le ha sido ajena a la fiesta; va implícita en ella.

Podríamos hablar de la derrama económica, su influencia en las artes, la cultura y la enorme aportación ecológica que interviene en la crianza del toro, pero necesitaríamos de un impreso completo para esta explicación.

Lo anterior toma fuerza cuando vivimos un periodo de pluralidad en el que todas las opiniones deben ser respetadas y escuchadas sin desechar algunas por los prejuicios.

En este 2022 parece que la historia se repite y la prohibición es más seria de lo que creímos. Pero no hay nada nuevo bajo el sol y el círculo ha comenzado a rodar como hace 150 años y con el resultado ya mencionado.

“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, dicta la frase atribuida al general francés Napoleón Bonaparte.

Hoy, a más de 200 años de distancia, las palabras del estratega no han perdido vigencia y pueden aplicarse no sólo en la política o en la vida cotidiana, sino en los totalitarios e intransigentes ataques a la tauromaquia en México.
 

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