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Inseguridad, el motor de la elección 2018

Por: Jorge O. Navarro

Inseguridad, el motor de la elección 2018

Inseguridad, el motor de la elección 2018

Partamos de un par de principios elementales. Primero: una elección se gana con votos. Segundo: se vota, siempre, por un impulso emocional.

Admitido esto, sabemos entonces que contrario a lo que teoriza el marco legal que rige a las campañas electorales, los candidatos no tienen como propósito superior informar su proyecto de gobierno o extender a los potenciales votantes el conocimiento sobre su visión de solución y mejoría de la vida comunitaria. No, su pretensión es influir en el ánimo de las personas para provocar una identificación emocional que los convierta en “la opción” momentáneamente más atractiva (no la más adecuada) para la jornada electoral.

La anterior es una visión carente de atractivo, pero no por eso menos cierta. Por eso, recurrentemente, en los equipos de campaña se contrata a diseñadores de imagen, constructores de discurso y estrategas que organizan la ruta de la campaña para alcanzar la única meta que es importante: ganar la elección.

El pasado 30 de marzo arrancó en Jalisco la campaña por la gubernatura. Con las directrices ya expuestas, aunque en condiciones diferentes para cada cual, siete personas fueron admitidas en la contienda para buscar la mayoría de los votos y convertirse así en el siguiente gobernador de Jalisco.

En condiciones normales, los candidatos enfocarían sus actividades proselitistas, sus acercamientos con la gente, sus promesas y sus discursos, en la construcción de la plataforma más amplia e incluyente que garantice esa identificación con el votante.

En condiciones normales, sí, pero no en las actuales. Se vive un período de urgencia que puede extenderse indefinidamente sin posibilidad de control o manipulación, cuando menos en el corto plazo.

Jalisco vive una crisis de inseguridad.

Lo demuestran varios eventos recientes: la balacera en Jalostotitlán (02 de abril) que deja como saldo oficial nueve personas muertas, entre éstas un policía municipal; la desaparición de los tres estudiantes de cine hace más de dos semanas, que ha generado manifestaciones de estudiantes aún en período vacacional; también la intervención ilegal y fallida en la Policía de Tlaquepaque, que fue claramente precipitada, infructuosa y electorera.

Y lo demuestran también los crecientes índices delictivos y la permanente ola de violencia y homicidios.

No es necesario ser estratega de campañas electorales para identificar que la población vive un período extraordinario en el que domina una percepción generalizada: inseguridad. Es ocioso aplicar encuestas para consultar entre la gente y conocer que su más inmediata demanda es la pacificación, el establecimiento del Estado de derecho.

Todos los candidatos, los que dominan en las preferencias y los que no tienen posibilidades de triunfo, están obligados por las circunstancias a presentar propuestas coherentes para resolver la crisis de inseguridad.

Apenas se cumple hoy el quinto día de campaña y ya se escuchan aseveraciones en el sentido de no utilizar la causa de los desaparecidos con fines electorales. Ya circulan propuestas para profesionalizar a las policías. Es temprano aún en la contienda, pero hasta ahora, las ideas son repetitivas, huecas.

En un período de crisis, como el actual, uno de los candidatos podría darle al clavo y conectar con la gente. Eso no es necesariamente positivo, pero sí podría modificar el resultado de la elección.

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