Sábado, 20 de Abril 2024

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Inclusión eufónica

Por: José Luis Cuellar de Dios

Inclusión eufónica

Inclusión eufónica

Afortunadamente con frecuencia aparecen acciones solidarias que se convierten en ejercicios de auténtica filantropía. Tal es el caso del proyecto, ya en marcha, de “La Casa del Migrante El Refugio” que se localiza en San Pedro Tlaquepaque, tierra no solo de inspirados artesanos, sino de personas que bien interpretan el canto del sentimiento humanitario.

La Casa del Migrante nace de la inspiración espiritual de Alberto Ruiz Pérez, sacerdote católico que no conforme con brindar ayuda: casa, vestido y sustento a las personas que viven en calidad de migrantes les brinda la oportunidad de contar con algún tipo de trabajo eventual en lo que reinician su periplo migratorio, trayecto que bien saben implica asumir la posibilidad de perder la vida.

El proyecto, en lo que a su aspecto material se refiere, es una meta más de las ya alcanzadas por esta institución pues la obra civil está en marcha siguiendo los lineamientos arquitectónicos trazados por el propio padre Ruiz Pérez, cuenta con la construcción de 30 casas donde podrán vivir temporalmente los migrantes, además se diseñó un espacio abierto para la celebración de misas y como remate una labor agrícola donde se puedan cosechar especies comestibles, por cierto el espacio dispone de una área para juegos: “mente sana en cuerpo sano”, reza el refrán. Atinadamente el plan de asistencia obliga a ser correspondido con labores de diferente índole por parte de los migrantes.

La Casa del Migrante -localizada como ya se dijo en San Pedro Tlaquepaque- se convierte en un estimable ejemplo donde la solidaridad combate la terrible indiferencia hacia personas que habiendo caído en la más penosa de las necesidades se ven obligadas a dejar atrás parte de su vida aventurándose a pasar por fronteras y a sortear obstáculos en los que les puede ir de por medio la vida misma.

Los embrollos políticos y conceptuales que se vienen dando en distintos lugares del planeta han generado tal tamaño de éxodo que poco a poco se les viene quitando su calidad de persona a todos aquellos que son discriminados por su condición. Como estamos viviendo en sociedades que han tergiversado el concepto de valores, obras filantrópicas como la de Tlaquepaque conceden la oportunidad de no perder la esperanza de alcanzar, algún día, una vida de justicia con armonía.

Este ejemplo adquiere además una importante relevancia social que debería ser un ejemplo a imitar, no solo para paliar las necesidades de los migrantes sino de todos aquellos seres humanos que viven en condiciones de profunda vulnerabilidad. Una obra como la Casa del Migrante no aspira a construirles a los beneficiados el cielo aquí en la tierra, simplemente a ser sujetos de igualdad y de la más elemental justicia.

Son momentos históricos, en todo el mundo, en los que la migración se convirtió en un serio problema social, las diferencias entre los que más tienen y los que de todo carecen se han profundizado, dando lugar a este lamentable fenómeno de la migración. El que tiene mucho no piensa repartir, el que nada tiene le quiere quitar al que no piensa repartir; en este principio se encuentra una de las primeras razones para abrir la puerta a la violencia en todas sus manifestaciones y en todos sus grados.

Por lo pronto, vaya un “laus deo” para el padre Alberto Ruiz Pérez y todos sus colaboradores por su ejemplo de solidaridad e inclusión en un mundo donde la indiferencia camina tan campante.

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