Jueves, 18 de Abril 2024

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El truco de la pirámide

Por: El Informador

El truco de la pirámide

El truco de la pirámide

Por Samuel Lagunas

Convence y vencerás. Convierte tu dolor en fortaleza. Consignas como éstas son los signos vitales de los cuerpecillos corporativos de forma piramidal: venta de zapatos por catálogo, de sartenes, de suplementos alimenticios. En la nueva película de Sebastián Hofmann es una pirámide la que alberga a los descompuestos personajes, impone la lógica de sus relaciones económicas y personales y al mismo tiempo explicita la vieja metáfora social que postula que en la base se encuentran los trabajadores y en la cúspide los dueños del capital. 

“Tiempo compartido” (México, 2018), ganadora como mejor guion en el pasado Festival de Sundance, cuenta paralelamente la historia de dos matrimonios: Pedro (Luis Gerardo Méndez) y Eva (Cassandra Ciangherotti) llegan a la villa de un hotel para pasar una semana de vacaciones con su hijo único, mientras que Abel (Miguel Rodarte) y Gloria (Montserrat Marañón), empleados de la cadena Everfields, dirigida malévolamente por Tom (RJ Mitte), hacen todo lo posible por sobrevivir la voracidad piramidal del consorcio que amenaza con aniquilarlos si no se convierten en vendedores estrella. 

El truco de la pirámide, aunque estilizado en su forma, no pierde su esquematismo. Los túneles subterráneos, habitados por personajes de una parsimonia paralizante, son hoscos y truculentos; antagónicamente, en la parte media de los consumidores el paisaje se llena de colores eléctricos y cuerpos exultantes que se conjugan en secuencias de enajenante plenitud. La caracterización de la punta a través de Tom, en cambio, se encasilla en sus límites de perversidad, elegancia y una habilidad diabólica de persuasión. Oscilante entre el terror psicológico y la comedia negra, lo mismo que su antecesora “Halley” (2012), “Tiempo compartido” se regodea en su diseño (visual, sonoro y arquitectónico) pero descuida la narrativa: si sobre Abel y Gloria pesa un ominoso pasado que detonará los puntos de giro de ambos personajes, en Eva y Pedro su historia quedará ofuscada por la paranoia conspirativa que los irá distorsionando. 

Con apenas dos largometrajes, Hofmann ha conseguido un estilo que lo distingue en la filmografía mexicana al mismo tiempo que lo estigmatiza: superficial, plástico, efectista; atributos que, en vez de producir una esperpéntica crítica a la deshumanización provocada por el consumo y las ideologías del éxito, acaban caricaturizando toda resistencia posible y legitimando, con ello, la incapacidad de sus protagonistas: su destino de permanecer anclados al sitio en que les ha tocado vivir de la pirámide. 

Crítica realizada dentro del Talent Press 2018 Guadalajara, programa de perfeccionamiento en crítica cinematográfica del Talents Guadalajara, en el marco del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

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