Martes, 23 de Abril 2024

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El indispensable silencio urbano

Por: Juan Palomar

El indispensable silencio urbano

El indispensable silencio urbano

La ciudad tiene innumerables componentes. Uno que entre nosotros parece estar muy olvidado es el silencio. Gran cantidad de estudios médicos se han producido en todo el mundo demostrando la puntual necesidad de los organismos humanos de estar, los lapsos más largos posibles, en entornos protegidos del ruido.

Y es que el ruido, en urbes con carencias de regulación eficaces como la nuestra, se convierte en una verdadera plaga que aleja la posibilidad de un ámbito sereno, plenamente sano. Y no exclusivamente para acompañar las horas del sueño, sino en la mayoría si no es que en todas las actividades cotidianas. Está ampliamente demostrado que la ansiedad provocada por el ruido reduce la calidad del estado anímico con el que se realizan los quehaceres cotidianos.

La contaminación auditiva es particularmente insidiosa: las fuentes de sonidos inadecuados para la convivencia urbana son múltiples y ubicuas. Esa contaminación atenta directamente contra la calidad de vida de la población. Asombra que no exista una campaña oficial permanente y radical contra sus orígenes y consecuencias.

Por supuesto, el tráfico automotor es fuente permanente de una excesiva cantidad de decibeles que invade a muy numerosas zonas de la ciudad. Hace tiempo que no se observa una campaña eficaz para regular, en todo tipo de vehículos, su producción de ruido. Las motocicletas, particularmente, están fuera de toda normatividad, en especial las de alta cilindrada. (Y, a propósito de motocicletas: ¿quién les dijo a sus conductores que pueden manejar con tanta frecuencia a exceso de velocidad? ¿De dónde sale la indicación de que invariablemente deben rebasar, a como dé lugar, al resto del tráfico? ¿Por qué tantos tienen la convicción de que el límite entre los carriles es “su” espacio para transitar a alta velocidad y culebrear sin ninguna precaución? ¿Y hacer esto produciendo el mayor ruido posible?)

La autoridad municipal de Guadalajara, es necesario reconocerlo, ha emprendido una campaña contra el ruido, particularmente el de antros, bares y giros similares. Algo se ha logrado. Sin embargo, es preciso hacer de esa campaña una política de gobierno permanente que cubra eficazmente los diversos productores de ruido excesivo.

El silencio, fuente de serenidad, reflexión, descanso, concentración, no es un beneficio eventual para ciertas zonas de la ciudad. Debe ser la exigencia ciudadana en todos los  ámbitos urbanos. Las legítimas celebraciones barriales, patronales y populares deben ser prudentes y breves.

Sobre todo, por ser un asunto de salud pública, los habitantes deben estar conscientes de la seriedad del tema y regular sus propias emisiones sonoras, y hacer lo necesario para recuperar en lo más posible el silencio ahora tan escaso.

jpalomar@informador.com.mx

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