El gobernador Enrique Alfaro ya no quiere queso, se da con salir de la ratonera. El rijoso alcalde de Guadalajara que hace seis años exigía cambios profundos en el esquema de seguridad, el mismo que nos vendió como solución a la inseguridad la metropolización de la policía, abandonó la batalla. La renuncia esta semana del director de la inexistente Policía Metropolitana, el general Arturo González García, es solo una cuenta más en un rosario de renuncias de personas y de voluntades.Ninguno los personajes del gabinete de seguridad que llegaron con Alfaro sigue en su cargo. Esto puede ser normal en puestos de alto desgaste físico y político. Pero las renuncias tienen todas dos cosas en común: en ninguna se explicaron las causas y todos fueron sustituidos por perfiles más discretos de los que se fueron.El primero en salir fue el secretario de Seguridad, el general Daniel Velazco Ramírez. Sin explicar el porqué, en medio de rumores sobre su participación en temas escabrosos, el general fue destituido antes de cumplir un año al frente de la secretaría y con él se fueron cuatro más. En su lugar se nombró a Juan Bosco Agustín Pacheco como encargado de despacho y a la postre se quedó como secretario. La discreción, que raya en el anonimato, parece ser su gran virtud.El segundo en salir fue el coordinador del gabinete de Seguridad. Macedonio Tamez Guajardo dejó el cargo para irse de “embajador” de Jalisco a la Ciudad de México. Conflictos internos y poca claridad en las atribuciones y responsabilidades dentro del gabinete aceleraron la salida de Tamez. En su lugar se quedó Ricardo Sánchez Beruben, un joven técnico con un perfil político menor. Pero no solo bajó el perfil, también las atribuciones que tenía, o creía tener, su organigrama improvisado.El relevo en la Fiscalía del Estado fue similar. Ante la renuncia de Gerardo Octavio Solís, quien había sido anteriormente procurador, secretario de Gobierno y gobernador interino, el gobernador optó por un relevo hacia el interior que asegurara la continuidad. La continuidad de una Fiscalía que nunca tuvo el apoyo ni los recursos prometidos para su refundación (perdón, olvidé que esta es una palabra en desuso).La misma lógica aplica hoy a la Policía Metropolitana. Una institución nonata a la que además le salió un hermanito rebelde, la policía coordinada de Guadalajara y Zapopan, la “Guazapita”. El general González García se va sin pena ni gloria, sin haber cumplido los objetivos de trabajo para los que fue invitado. En su lugar se queda un interino, José Emilio Olmos Pacheco. La incidencia delictiva, presume el gobernador, se redujo 30.7 por ciento. No dice qué fue lo que funcionó, cuál de las políticas no aplicadas es la que dio resultado, pero él está seguro de que es producto de esta consistente inconsistencia en las políticas de seguridad y no a la pandemia. Ojalá tenga razón.diego.petersen@informador.com.mx