Viernes, 29 de Marzo 2024
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¿Necesitamos una alarma sísmica para Guadalajara?

Por: Diego Petersen

¿Necesitamos una alarma sísmica para Guadalajara?

¿Necesitamos una alarma sísmica para Guadalajara?

Si algo caracteriza a los temblores es que no se pueden predecir. Si algo caracteriza a la zona en la que está asentada Guadalajara es la sismicidad. El hecho de que tengamos una memoria corta no quiere decir que no hayan sucedido, mucho menos que no pueda suceder un gran temblor que afecte la ciudad. La historia nos dice que en los valles donde está asentada Guadalajara tiembla, y fuerte.

En el trabajo “Sismicidad histórica de Guadalajara” (2001), del ingeniero Salvador Lazcano, podemos encontrar los siguientes datos.

Guadalajara está afectada por cuatro fallas o fuentes de sismicidad que han generado temblores sensibles en la ciudad: La placa de Cocos frente a las costas de Guerrero y Michoacán ha generado al menos ocho sismos fuertes, entre ellos el de 1985 que destruyó Ciudad Guzmán; la placa de la Rivera, frente a las costas de Jalisco y Colima, que ha generado nueve, entre dos muy intensos en 1932, devastadores para la ciudad de Colima; las llamadas Fosas tectónicas, entre ellas la barranca del Río Santiago, han generado los terremotos de 1568 que dañó la Catedral, el de 1875 que destruyó San Cristóbal de la Barranca y es el más fuerte sentido en Guadalajara, y la serie de temblores de 1912 que tuvieron a los tapatíos durmiendo en la intemperie más de un mes. Y, finalmente, los de origen volcánico, generados por el volcán de Colima, el Ceboruco y el sistema volcánico de Michoacán donde están el Jorullo y el Paricutín, que han provocado más de diez temblores sensibles en Guadalajara. De los 35 temblores sensibles que generaron estas cuatro fuentes sísmicas, ocho fueron de magnitud superior a siete.

A la pregunta de si necesitamos una alarma sísmica la respuesta evidentemente es sí, pero eso no quiere decir que la alarma por sí sola nos va a salvar de todo. La alarma sísmica funciona sobre un principio muy sencillo y es que el terremoto se desplaza a una velocidad aproximada de 3 kilómetros por segundo mientras que la luz lo hace a 300 mil kilómetros por segundo. Un tendido eléctrico nos avisará de inmediato en cuanto comience a temblar, la pregunta es cuánto tiempo tendríamos de que suena la alarma a que se sienta el temblor. Si el origen es la placa de Cocos, más o menos tres minutos. Si es en la placa de la Rivera, frente a Cihuatlán, el tiempo se reduce a 80 segundos. Si el origen es en cualquiera de los volcanes, menos de un minuto. Si es en la falla del Río Santiago, prácticamente nada.

Si en los casi 500 años de Guadalajara hemos tenido un temblor de magnitud por arriba de siete cada 50 años en promedio, la lógica simple –habrá que ver que dicen los expertos– apunta a que invertir en una alarma sísmica podría salvar muchas vidas en caso de un sismo importante que, sabemos, tarde o temprano llegará.

Diego Petersen Farah

diego.petersen@informador.com.mx

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