Jueves, 28 de Marzo 2024

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El agua y el futuro de las ciudades

Por: Diego Petersen

El agua y el futuro de las ciudades

El agua y el futuro de las ciudades

El agua es un asunto estratégico, suelen repetir como mantra los políticos, y acto seguido acompañar su declaración con alguna burrada como “el agua de los jaliscienses para los jaliscienses”, o “con estas acciones garantizaremos el agua para los próximos 50 años”. Nada que no hayamos escuchado antes, hace poco o que escucharemos dentro de unos años en cuanto arranque una nueva campaña. Los políticos suelen tropezar con la misma piedra y ahogarse en la misma falta de visión en el tema del agua. El agua, pues, es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos, de las grillas entre partidos o los jaloneos presupuestales entre el Gobierno y la Universidad de Guadalajara.

Si estratégico, en la definición más sencilla, es aquello que aporta futuro, el agua es un asunto estratégico y de cómo la gestionemos depende en gran medida el desarrollo de las ciudades. Guadalajara no es la excepción: la gran amenaza a la calidad de vida y al futuro económico de nuestra ciudad depende de cómo gestionemos que haya agua y de la calidad necesaria para todos y para todos los usos: humano, industrial, comercial y, por supuesto, agropecuario. Dicho de otra manera: o entendemos el impacto ecológico que la ciudad tiene a 200 kilómetros a la redonda, nos hacemos cargo y gestionamos el territorio con una visión más allá del municipio e incluso de la zona metropolitana o no habrá futuro.

Cualquier solución sustentable y de largo plazo pasa por asegurar las fuentes de abasto, por la recuperación de caudales y la reducción del consumo. Asegurar las fuentes implica entender que las ciudades tenemos que pagar por servicios ambientales a los territorios que la producen o no habrá agua. El sistema de pozos del valle de Toluquilla que opera el SIAPA y todos los pozos de Tlajomulco depende de que mantengamos viva y completa La Primavera; el agua de Chapala depende del río Lerma, y también de la llamada cuenca chica, el sistema montañoso que rodea al lago y que año con año pierde superficie para convertirse en fraccionamientos o invernaderos; el agua del río Verde es la cuenca de Los Altos de Jalisco donde la producción pecuaria compite por el agua y la contamina. Recuperar caudales implica invertir en la red de distribución vieja y obsoleta. La reducción del consumo por tecnología, pero sobre todo por la gestión de la tarifa.

Las ciudades producen la riqueza y también la exclusión. Si queremos agua y la queremos limpia hay que financiar desde la ciudad un gran cambio en las formas de producción del campo. Si queremos agua para todos hay que cambiar el modelo de gestión, y hay que hacerlo con urgencia, pues gracias a sucesivas decisiones políticas un millón de habitantes de la zona metropolitana no tienen un abasto de agua seguro en cantidad o calidad. Para ellos el futuro ya llegó.

diego.petersen@informador.com.mx

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