Jueves, 28 de Marzo 2024

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Ayuntamiento de Guadalajara: populismo y arbitrariedad

Por: María Palomar

Ayuntamiento de Guadalajara: populismo y arbitrariedad

Ayuntamiento de Guadalajara: populismo y arbitrariedad

Cada día desde que se fundó Guadalajara han resonado por sus calles los cascos de los caballos. Ahora, por dedazo irracional de sus munícipes, se perderá uno más de los ecos de la vida tapatía, cosa que les tiene sin cuidado.

¿Qué gana el alcalde con esto y a qué costo? Gana el apoyo de una ínfima minoría bobita pero gritona, bienpensante a la moda y perpetuamente colgada de sus celulares para aventar opiniones descocadas. Le cuesta poco: los calandrieros son gente humilde que no tiene influencias. En ese cálculo, los caballos son lo de menos. Si realmente le importaran, no sería caro garantizar que estuvieran en buena salud y bien alimentados, pero los compromisos del Ayuntamiento van por otro lado y “no hay dinero” para lo que no sea de lucimiento.

Si la cosa fuera en serio, sería mucho más sensato destinar recursos a supervisar el trato de los animales en los rastros. Sería mucho más importante reforzar las acciones de salud y de albergue para animales sin dueño. Sería mucho más significativo, pero no daría relumbrón, y por lo pronto no ha pasado por el limitadísimo magín de los argüenderos, que todavía no reciben el meme que los sensibilice al respecto: no son causas que abrazar porque no se les ha ocurrido.

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con enfrentarse a los dueños de antros y tiendas de toda laya que a cualquier hora atruenan con sus bocinas las calles del centro.

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con echarse el trompo a la uña de meterse con los ricos y desmontar sus anuncios espectaculares y demoler las construcciones “chuecas” que proliferan por todos lados. Bien sabe el diablo a quién se le aparece.

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con aventarse el pleito con el INAH para defender el Museo del Estado y todas las fincas patrimoniales que se vienen abajo sin remedio.

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con retirar la incomprensible participación en dinero contante y sonante en el astronómico monto del devaluado premio ex-Rulfo y otras fantasías “parauniversitarias”, pero sería ofender al cacique más poderoso y permanente de la comarca.

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con meterse con los dueños de incontables predios y fincas hechos unos muladares por todos los rumbos de la ciudad. ¿No se puede multar, no se puede expropiar?  

Fregarse a los calandrieros (y de paso a la ciudad) es facilísimo comparado con garantizar la seguridad del ciudadano, arreglar las calles, ordenar el transporte, desazolvar el drenaje, captar agua de lluvia, fortalecer la Cruz Verde, rescatar el Planetario estúpida e ignominiosamente abandonado... Todo eso implicaría atacar intereses poderosísimos, o simplemente no resultaría de lucimiento inmediato.

Sin duda sale más barato fregarse a los calandrieros o repartir mochilas y útiles (¿es una función que le compete al Ayuntamiento?) para ganar clientelas electorales.

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