Viernes, 26 de Julio 2024

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Alfaro, el estilo personal de resolver

Por: Diego Petersen

Alfaro, el estilo personal de resolver

Alfaro, el estilo personal de resolver

Con enorme sorpresa escuchamos a Enrique Alfaro sostener que el asesinato del exgobernador de Jalisco, Jorge Aristóteles Sandoval, estaba resuelto y que solo faltaba detener a los asesinos. La declaración recuerda, ciertamente no para bien, a aquella del entonces procurador General de la República, Jorge Carpizo McGregor, que, en mayo de 1993, unos días después del asesinato del Cardenal Posadas en el aeropuerto de Guadalajara, dijo que el caso estaba resuelto en 99 por ciento, pues “solo faltaba detener a los asesinos”. El gobernador de Jalisco se evitó el uno por ciento; para él, es caso cerrado.

Difícilmente podemos dar por resuelto un crimen en el que no sabemos quién ordenó el asesinato y por qué, aunque es probable que nunca lo vayamos a saber, entre otras cosas porque hay muchos interesados en que no se sepa la verdad. Más allá de lo anecdótico, la declaración deja muy claro lo que significa el verbo resolver para el gobernador Alfaro. Recordemos otros asuntos.

Para él, por ejemplo, la Policía Metropolitana es asunto resuelto. Sin embargo, realmente nunca se creó, es solo un entelequia en el papel con un comandante extra que no tiene suficientes elementos, no la reconocen las policías municipales, ni está claro cuáles son sus funciones, pero el gobernador le puso palomita como compromiso cumplido, y a otra cosa.

Algo similar sucedió con el tema de las calandrias. Cuando el hoy gobernador era alcalde de Guadalajara dio por desterradas las carretas turísticas tiradas por caballos. Después de un gran despliegue publicitario se decidió comparar calandrias eléctricas a una empresa que, por cierto, desapareció antes de cumplir con el contrato. Los calandrieros tradicionales se quejaron, protestaron, y se quedaron. Hoy conviven unas y otras en el centro de la ciudad, y de la promesa de que no habría más caballos en las calles de la ciudad simplemente no se volvió a hablar.

En medio de la crisis de agua del año pasado el gobernador inauguró con bombo y platillo un tramo del acuaférico que, dijo, resolvería el problema de agua para la zona norte de la ciudad. Luego clausuró las bombas de un distrito de riego tras acusar a los agricultores de robarse el agua. Ni el acueducto resolvió el problema, ni los agricultores se estaban robando nada, pues tienen una concesión en regla. La ciudad pasó uno de los estiajes más complejos de la historia reciente, pero de esto tampoco se volvió a hablar.

Para Enrique Alfaro, en su estilo muy personal de gobernar, resolver problemas es dejar de hablar de ellos. Quizá por eso le molesta tanto que los medios se los recuerden.

diego.petersen@informador.com.mx

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