Martes, 16 de Abril 2024

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* RIP, Diego…

Por: Jaime García Elías

* RIP, Diego…

* RIP, Diego…

 “Clarín”, de Buenos Aires, al dar, ayer, la noticia de su muerte, resumió así la vida del que fue, para muchos, el mejor futbolista de todos los tiempos: “Un salto al vacío sin paracaídas; una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas”.
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Es imposible establecer jerarquías en el olimpo del deporte más popular del mundo. Tan válidos son los argumentos de quienes se pronuncian por Pelé o por Messi, como los de quienes se decantan por DiStéfano, Cruyff o Platini. Lo mismo sucede con quienes ponderan las cualidades extraordinarias de Leónidas o el “Charro” Moreno, de Adhemir o Labruna, de Puskas o Beckenbauer... Algunos con más títulos, otros con más renombre, todos han sido talentos sobresalientes del deporte que, por encima de todos los demás, ha alcanzado dimensiones de fenómeno social en todo el planeta. Y Maradona ocupa, por derecho propio, un lugar de honor en esa constelación integrada por estrellas de primera magnitud.
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Decía también la nota de “Clarín” que quizá la mayor coherencia de Diego haya sido “la de ser auténtico en sus contradicciones. La de no dejar de ser Maradona ni cuando ni siquiera él podía aguantarse (…). Maradona es los dos espejos: aquel en el que resulta placentero mirarnos, y el otro, el que nos avergüenza. A diferencia del común de los mortales, Diego nunca pudo ocultar ninguno de los espejos”.
De sus hazañas en las canchas, en el capítulo de las luces, hay testimonios imperecederos. Por ejemplo, los dos goles del Mundial de México-86 ante Inglaterra, que lo convirtieron en leyenda: el de “la mano de Dios”, y el que luego calificaría la FIFA como el mejor gol de todos los mundiales. Uno, el de la chapuza impune porque se anticipó al VAR; otro, el de la genialidad químicamente pura.
De la faceta correspondiente a las sombras, también quedan constancias. Las más notorias, el positivo a cocaína en el examen antidoping tras el partido en que el Napoli venció 1-0 al Bari, en marzo de 1991, y el positivo a efedrina, el 25 de junio de 1994, tras la victoria de Argentina sobre Nigeria, 2-1, en el Mundial de Estados Unidos.
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El mismo Diego, tras agradecer al futbol “porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad: es como tocar el cielo con las manos”, anticipó su propia lápida: “Gracias a la pelota”.

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