Sábado, 20 de Abril 2024

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* Muletilla

Por: Jaime García Elías

* Muletilla

* Muletilla

Aunque ya parezca muletilla, se impone insistir: ni había motivos para echar a vuelo las campanas en la jornada anterior, cuando el Guadalajara le pasó por encima al Atlas, ni los hay ahora para atarse una piedra de molino en el pescuezo y tirarse al río -si hubiera…- a raíz de la derrota del sábado en Pachuca…

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El Atlas al que las “Chivas” dieron un repaso sin necesidad de sublimarse, fue un flan que en ese partido tuvo menos defensa que un parricida confeso y menos capacidad ofensiva que los pensamientos de una monja de clausura en misa. Sin restar méritos al triunfo de los rayados, no había, objetivamente, hace una semana, más allá de la comprensible euforia de sus seguidores por la claridad y contundencia de la victoria, sustento para proclamar una metamorfosis de los rayados, o una reconciliación con las virtudes que le valieron el más reciente de sus títulos.

El Pachuca que el sábado pasado aplicó a los rayados, en la cancha, la nota reprobatoria -con cifras similares a las de la celebrada victoria precedente, para más señas-, tampoco fue una aplanadora. Fue, simplemente, un equipo que no cometió errores defensivos tan groseros como los del Atlas en el “Clásico”, por un lado, y generó, por el otro, ataques sistemáticos por los costados, que propiciaron los fusilamientos alevosos que Sosa, Guzmán y Ulloa transportaron al marcador.

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El “Dedos” López, Cardona y Jara, sobre todo, fueron sistemáticamente desequilibrantes en la ofensiva del Pachuca. Cargarle la derrota de las “Chivas” a Gudiño es una injusticia; de hecho, él evitó que la disparidad de fuerzas en la cancha se reflejara con mayor amplitud en la pizarra… Y, de hecho, se había anticipado que Pachuca, el sábado pasado, y Monterrey, el próximo, sinodales respetables ambos, darían elementos para calificar al Guadalajara actual.

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En cuanto al Atlas, cuya mejoría en su desempeño ante los “Tigres”, el viernes, con respecto al “Clásico” de la semana anterior, fue notorio, aunque insuficiente para ponerle el cascabel al gato (o al tigre, como se prefiera…), es probable que sea cierto lo que apuntaba el sábado uno de sus sufridos seguidores, tras las cavilaciones de una noche mitad de insomnio, mitad de pesadilla:

-Esto no va a cambiar hasta que la FIFA reforme los reglamentos... y disponga que los partidos de fútbol en ningún caso duren más de 89 minutos.

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