Habrá quien interprete como una tragedia nacional que el América perdiera la oportunidad de revalidar el título que aún es suyo. Habrá quien lo lamente especialmente porque, al faltarle el segundo gol que en el partido de ayer era la consigna, aplica a la perfección la frase: “Se ahogó a un metro de la orilla”.Por contrapartida, habrá quien celebre que el resultado de ayer dará ocasión a los “Panzas Verdes” de refrendar en la “Liguilla” -el verdadero campeonato, recuérdese- lo que hicieron en la temporada regular: manifestarse, con resultados, como el mejor equipo mexicano de la actualidad.Como el de la víspera en Monterrey, el de ayer en León no fue un partido brillante. Fue, en compensación, intenso; dramático por momentos, especialmente desde que la expulsión de Sambueza ensombreció el panorama para los locales… y hasta que la tarjeta roja para Rodríguez disipó esos nubarrones.A reserva de ahondar en los méritos de los dos finalistas -los mejores, también, en la etapa clasificatoria-, cabe subrayar que ambos llegaron limpia y merecidamente a la instancia decisiva: sin la sombra de pifias arbitrales que los hubieran favorecido.Por cierto: que los dirigentes de un equipo, incapaces de asimilar una derrota particularmente dolorosa, cesen al técnico, a nadie sorprende. Después de todo, “cuando un equipo se muere, el médico es el culpable”… Que, en cambio, en esas mismas circunstancias, anuncien, como hicieron los del Monterrey el sábado, la decisión de dar continuidad al trabajo de Diego Alonso, denota ecuanimidad, seriedad y madurez. Denota objetividad. Denota capacidad para entender que no fue por casualidad que el equipo ganara hace unos días la “Concachampions” -y el correspondiente boleto para el próximo Mundial de Clubes-… ante el mismo rival (los “Tigres”) que los sacó de la lucha por el título de Liga.En tanto, los desgarramientos de vestiduras de algunos “expertos” por los cambios dispuestos por “Tuca” Ferretti el sábado, invita a preguntar, primero, si sólo vieron las dos o tres estupendas atajadas de Nahuel Guzmán -que para eso está, por cierto...-, y después, dónde rayos estaban en los tres contragolpes conducidos por Damm, malogrados por los “Tigres” en los minutos finales… Y a recordar, finalmente, por si a alguien le queda el saco, una de las lacónicas sentencias que Nacho Trelles solía dedicar a sus críticos más feroces:-El número de los cretinos es infinito.
