Viernes, 19 de Abril 2024

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* Exorcismo

Por: Jaime García Elías

* Exorcismo

* Exorcismo

El hecho consumado —el “palo dado” que ni Dios quita— es que el Guadalajara cumplió con creces: se coronó en la Concachampions; hizo bueno el proyecto de concentrar en ese certamen todos sus afanes una vez que sus propias deficiencias y traspiés le negaron la opción de ser protagonista en la Liga, y tendrá la distinción de representar a México en el Mundial de Clubes.

Todo lo demás es literatura.

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La victoria sobre Toronto en la batalla decisiva tuvo los elementos dramáticos que acentúan la intensidad y acrecientan el mérito del resultado… Tras abrir el marcador cuando el partido era muy joven, y de alimentar la esperanza de que el triunfo se consiguiera con más holgura de la presupuestada, representó un balde de agua helada en la espalda de los incondicionales del Rebaño la voltereta que los visitantes aplicaron al marcador desde antes del descanso.

Es poco probable que el clima cálido, al que están más acostumbrados los rayados, haya sido el factor decisivo en el desenlace de la historia… Desde la etapa inicial, pero más notoriamente en la complementaria, el Guadalajara fue más intencionado en el manejo de la pelota y más frontal en sus ataques. Pruebas de ello, los remates de Jair y Pulido en el primer tiempo, el zurdazo de Godínez al poste derecho, el tiro libre —defendido por Bono— con que Alan intentó repetir su travesura del partido de ida, y el “retrato” de López a Bono, que le cerraba el ángulo, en el segundo. Por contrapartida, el “cristo” con que Cota tapó a Altidore en los minutos iniciales, y el desperdicio de Delgado al bombón que Giovinco le sirvió desde la izquierda ya en tiempo de compensación.

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La clave, al final de cuentas, estuvo en los penaltis.

A diferencia de lo que sucedió tantas veces en que se habló de “el fantasma de los penaltis” que paralizaba las piernas a los jugadores mexicanos cuando se llegaba a esa instancia, algo hizo Matías Almeyda para conseguir que Alanís, Godínez, Pulido y Zaldívar se plantaran frente al balón y el arquero con la frialdad y el aplomo que acusaron anoche, y en la especie de ruleta rusa que representa ese tipo de desenlace, cuando se juega mucho más que un partido, fueran tan eficientes como lo fueron.

Dirán que Almeyda fungió como exorcista. Y es muy probable que sea cierto.

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