Sábado, 20 de Abril 2024

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- “Queremos ver…”

Por: Jaime García Elías

- “Queremos ver…”

- “Queremos ver…”

A los muchos títulos que Guadalajara ha coleccionado a lo largo de la historia, se suma uno más: “La ciudad más motorizada de México”. La pregunta -“the question”, diría Hamlet- sería si debe ser motivo de presunción… o de lamento.

Que en Guadalajara haya un automóvil por cada 2.4 personas -lo que significa que cada familia promedio, de cinco miembros, dispone de dos vehículos-, no necesariamente denota que el poder adquisitivo de los tapatíos esté por encima del nivel medio en el país, ni que las vialidades de la ciudad, de tan hermosas, inviten a sus habitantes a disfrutarlas con la mayor frecuencia posible.

-II-

Tres factores explican el fenómeno: 1) el anárquico e incontenible crecimiento urbano; 2) los largos trayectos que la mayoría de los tapatíos deben recorrer desde sus domicilios hasta sus centros laborales o escolares, y 3) la falta de un transporte público suficiente y eficiente.

Las “colas” en las paradas de los camiones urbanos -en el Centro de la ciudad, principalmente-, los tumultos en las estaciones de las dos líneas del Tren Eléctrico Urbano y la demanda de los usuarios (EL INFORMADOR, XII-19-18, p. 1 y 2), subrayan algo que muchos observadores advirtieron desde que dichas líneas comenzaron a operar… y que muchos anticipan para cuando las cacareadas bondades de la Línea 3 (y aun la 4, si, como aseveró el gobernador Enrique Alfaro, se construye “con, sin o a pesar de la Federación”) sean una realidad: por tardías, esas obras han sido, son y presumiblemente seguirán siendo insuficientes durante varios años.

-III-

Los responsables de operar los “modernos” sistemas de transporte barajan cifras con la destreza con que los croupiers de los casinos barajan las cartas. Hablan, por ejemplos, de los 167,632 pasajeros diarios de la Línea 1, y de los 117,874 de la Línea 2.

Falta subrayar que esas cifras corresponden a la oferta del sistema; no a la demanda de los usuarios. Si éstos piden a gritos que se aumente la capacidad de los convoyes -haciendo triples los que hasta ahora han sido dobles- o se reduzca su frecuencia de paso, están en concordancia con algo que se anunció desde que los trenes eran un proyecto: que sería “relativamente fácil” incrementar la capacidad del servicio, para que, conforme aumentara la calidad y la eficiencia del mismo, más gente optara por el transporte público y redujera el uso del automóvil particular.

Como dicen que dijo José Feliciano: “Queremos ver…”.

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