Jueves, 25 de Abril 2024

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- Paseo Alcalde

Por: Jaime García Elías

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Quizá se limite a ser anécdota, trivialidad incluso, la inauguración, la semana pasada, de “Casa Dolores”, publicitado como “el primer restaurante de alta gama” en el Paseo (antes Avenida) Alcalde, frente a la legendaria “Casa de los Perros” que, por cierto, el viernes próximo reabrirá sus puertas en su faceta actual de Museo del Periodismo y las Artes Gráficas.

-II-

La nota (EL INFORMADOR, III-26-22, p. 1-A), sin embargo, tiene facetas encomiables. Por una parte, representa uno de los primeros pasos en firme, más allá de los proyectos de la antepasada administración municipal, encabezada por el hoy gobernador Enrique Alfaro, y de las buenas intenciones de los integrantes del patronato creado con la romántica intención de volver atractivo, para visitantes y lugareños, el por tantos conceptos decadente Centro Histórico de Guadalajara. Por la otra, alimenta las nostalgias de quienes conocieron “La Perla Tapatía” de generaciones pretéritas...

Los tapatíos de antaño -de los que, por fortuna, aún hay sobrevivientes- no solo almacenan estampas en la memoria: también atesoran en ella olores y sabores relacionados con restaurantes, si no “de alta gama”, sí, ciertamente, entrañables por su vinculación con paseos vespertinos, citas amistosas o románticas, idas al cine, etc.

Para quienes salían de las funciones vespertinas o nocturnas en los ya desaparecidos cines Variedades, Reforma, De las Américas y aun de los Alameda, Avenida y Metropolitan -estos últimos en la Calzada Independencia-, el complemento obligado solía ser una escala técnica (el inventario no pretende ser exhaustivo, conste) para las tortas de Emiliano, el pozole de Castorena, el Pollo de Valentina, las tostadas o los buñuelos de El Santuario, las nieves de “El Gato”, el tejuino de “El Polo Norte” -donde abrió la flamante Casa Dolores-, y, años después, los elotes “espaciales" -eran los tiempos, precisamente, de “la carrera espacial”- y las carnes asadas de Rubén.

-III-

Si es cierto que la función crea al órgano, es probable -y deseable, además- que el Paseo Alcalde ofrezca los atractivos gastronómicos y culturales hoy por hoy casi inexistentes: los primeros, para rescatar algunas tradiciones de los tiempos en que pobladores y gobernantes se afanaban en que Guadalajara mereciera el epíteto de “Ciudad Amable”; los segundos, para justificar el de “La Florencia de América”.

Nivelar el marcador, en lo gastronómico, ante la notoria hegemonía de hamburguesas, pizzas, sushi, hot dogs y similares, y el cultural ante la fobia de las actuales generaciones hacia los libros, alcanzará dimensiones de proeza homérica.

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